lunes, 27 de octubre de 2008
Martín Adán, cien años de luz poética
Pedro Escribano.
Hace cien años nació Rafael de la Fuente Benavides, quien se inscribió en la historia de la poesía peruana con el nombre de Martín Adán. Su poesía, cincelada en un luminoso barroco, tiene la intensidad de la belleza de la palabra como la profundidad sabia de su pensamiento.
Bien vale preguntarse si los poetas jóvenes hoy en día leen al autor de Travesía de extramares. Si no lo hacen acaso se pierdan una fiesta de "intensidad y altura", como dice un poema de Vallejo.
"Leer a Martín Adán –nos escribe desde Sevilla Julio Ortega– es celebrar el lenguaje. El de la poesía, en primer lugar, que dice más en el barroco deleitoso de este limeño que cuya inteligencia fue una forma de la ironía. Y el habla peruana, herida por una laboriosa distancia del sujeto y sus predicados melancólicos. En esa gramática nuestra Martín Adán introdujo un yo ilativo y elocuente, que se confiesa para guarecerse. Es barroco no solo de forma sino de espíritu, maneras y manías.
Honda y laboriosa, su obra nos libera de la mediocridad para exigirnos otro mundo".
Peter Elmore, desde los Estados Unidos, ratifica el resplandor de este gran poeta: "Poesía no dice nada/poesía se está callada,/escuchando su propia voz" dicen –con sentenciosa lucidez– los versos que inscribe Martín Adán al término de Travesía de extramares (1946) y que repite tanto en el epígrafe de Escrito a ciegas (1961) como en la primera estrofa de La piedra absoluta (1965). ¿Qué agregarle a esa revelación? La palabra poética es, en Adán, una pasión rigurosa: aventura del conocimiento y experiencia de la forma, la obra del poeta –en verso y en prosa– se resiste a las interpretaciones reductoras porque ella no es un mero vehículo de ideas, sino el ejercicio deslumbrante e intenso de un alto oficio. Adán es un virtuoso que extrae posibilidades insólitas de su instrumento, como en las diez décimas –impecables y herméticas– de La rosa de la espinela (1939) o en los sonetos sabiamente encadenados de Diario de poeta (1966-1973). Su virtuosismo no es de la variedad exhibicionista y derivativa, porque nunca desciende a ser una mera demostración de habilidad técnica: el trato del poeta con la tradición –su capacidad de "oír las sumas voces", como dice en un verso certero de Travesía de extramares– no acalla su propia voz, que suena siempre singular, auténtica y exacta".
Exacto. Gocemos el manjar de su poesía.
Aloysius Acker
(fragmento)
¡Aloysius Acker está naciendo
llenando de gritos la casa, el cielo!
¡Aloysius Acker está naciendo!
¡Aloysius Acker, hermano mío,
el hermano mayor, el hermano pequeño!
-¡Para ti son plumas todas las almohadas,
y con uno que no parece todos los sueños,
y con aire todos los caminos
y con voces todos los versos!
[...]
Mi identidad hostil, mi hermano verdadero
según seno incapaz de la propia natura!...
¡Ay, echado, nonato, el ternísimo cero
a cenagosa estrella de inmediata ternura!...
[...]
¿Quemaré la casa paterna?... ¿partiré de la patria?...
¿Seré un monje en un monasterio?...
¿Me echaré a marear, tatuado, barbudo, descalzo,
en el último de los veleros?...
¡Todo me es igual, Aloysius Acker!...
¡Sólo tú me eres idéntico!
[...]
(De Aloysius Acker, Lima 1932)
Prima ripresa
(- Heme así... mi sangre sobre el ara
De la rosa, de muerte concebida,
Que, de arduo nombre sombra esclarecida,
Palio de luz, de mi sombra me ampara.)
(-Heme así... de ciego que llameara,
Al acecho de aurora prevenida,
Desbocando la cuenca traslucida,
Porque sea la noche mi flor clara.)
(-Abrumado de él, sordo por quedo,
He de poder así, en la noche obscura,
Ya con cada yo mismo de mi miedo.)
(-Despertaré a divina incontinencia,
Rendido de medida sin mesura,
Abandonado hasta de mi presencia...)
(Travesía de extramares, Lima 1950)
Ottava ripresa
- No eres la teoría, que tu espina
Hincó muy hondo; ni eres de probanza
De la rosa a la Rosa, que tu lanza
Abrió camino así que descamina.
- Eres la Rosa misma, sibilina
Maestra que dificulta la esperanza
De la rosa perfecta, que no alcanza
A aprender de la rosa que alucina.
- ¡Rosa de rosa, idéntica y sensible,
A tu ejemplo, profano y mudadero,
El Poeta hace la rosa que es terrible!
- ¡Que eres la rosa eterna que en tu rama
Rapta al que, prevenido prisionero,
Roza la rosa del amor que no ama!
¡Ay, que es así la Rosa, y no la veo!...
(Travesía de extramares, Lima 1950)
Escrito a ciegas
(Fragmento)
¿Quieres tú saber de mi vida?
Yo sólo sé de mi paso,
De mi peso,
De mi tristeza y de mi zapato.
¿Por qué preguntas quién soy,
Adónde voy?… Porque sabes harto
Lo del Poeta, el duro
Y sensible volumen de ser mi humano,
Que es un cuerpo y vocación
Sin embargo.
(…)
Entonces te diré de mi vida,
Que no es más que una palabra más…
La toda tuya vida es como una ola:
Saber matar,
Saber morir.
Y no saber retener su caudal,
Y no saber discurrir y volver a su principio,
Y no saber contenerse en su afán
Si quieres saber de mi vida,
Vete a mirar al Mar.
(Escrito a ciegas, Lima 1961)
Poesía, mano vacía
Poesía, mano vacía...
Poesía, mano empuñada
Por furor para con su nada
Ante atroz tesoro del día...
-Poesía, la casa umbría
La defuera de mi pisada...
Poesía la aún no hallada
Casa que asaz busco en la mía...
-Poesía se está defuera:
Poesía es una quimera...
¡A la vez a la voz y al dios!...
Poesía, no dice nada:
-Poesía se está, callada,
escuchando su propia voz.
(De Diario de poeta, Lima 1975)
Quarta ripresa
- La que nace, es la rosa inesperada;
La que muere, es la rosa consentida;
Sólo al no parecer pasa la vida,
Porque viento letal es la mirada.
- ¡Cuánta segura rosa no es en nada!...
¡Si no es sino la rosa presentida!...
¡rosa y a la vida Si Dios sopla a la
Por el ojo del ciego... rosa amada!...
- Triste y tierna, la rosa verdadera
Es el triste y el tierno sin figura,
Ninguna imagen a la luz primera.
- Deseándola deshójase el deseo...
Y quien la viere olvida, y ella dura...
(Travesía de extramares, Lima 1950)
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Lunes, 27 de Octubre 2008
Cultural
Martín Adán
¿Cómo no detectar la irreverencia de un Rimbaud en "La casa de cartón", incluso en textos de la madurez, como los agónicos "La mano desasida" y "Escrito a ciegas"? ¿Cómo no percibir la afinidad de "La rosa de la espinela" y "Travesía de extramares" con el virtuosismo barroco de Mallarmé, gestor este de la poesía pura? ¿Cómo no conectar de la religiosidad heterodoxa y turbulenta de Martín Adán con la estela de Baudelaire y Verlaine (y Rubén Darío)? Sí, en el Perú y en todo el ámbito de la lengua española, Martín Adán es el mayor poeta maldito.
Mientras se emprenda la difícil tarea de una edición crítica de toda la obra de Martín Adán (con series poéticas como "Arquitectura", no considerada por Silva Santisteban), el aporte de "Obra poética en prosa y verso" resulta relevante. Cuestión espinosa es la del pulso poético de la prosa de Adán. Así, negándose a ver "La casa de cartón" como una novela vanguardista, Silva Santisteban la juzga escritura poética en prosa. El problema es que nuestro poeta dinamita los límites entre los géneros literarios, al extremo que su tesis doctoral "De lo barroco en el Perú" mas no es un tratado académico sino una galería de autores caracterizados con lenguaje metafórico.
Título
"Obra poética"
Martín Adán
Editorial
PUCP
Libro y disco
Las ediciones más completas y cuidadosas de Martín Adán estaban agotadas hace varios años: "Obra poética" (1980) y "Obras en prosa" (1982), confeccionadas por el destacado investigador (también poeta y editor) Ricardo Silva Santisteban. Esta nueva edición no se limita a reproducir la de 1980, sino que ha agregado los fragmentos conocidos de "Aloysius Acker", el conjunto "Poemas varios" y algunos nuevos textos de "Mi Darío" y "Diario de poeta". En 1980 solo incluía los "Poemas Underwood" de "La casa de cartón"; ahora ha optado por toda "La casa de cartón", estimándola escritura poética en prosa. De otro lado, ofrece un CD con la voz de Martín Adán leyendo páginas suyas, editada por Jesús Ruiz Durand.
Copyright Empresa Editora El Comercio S.A.
Jueves, 15 de febrero de 2007
LA CASA DE CARTÓN
MARTÍN ADÁN TENÍA VEINTE AÑOS CUANDO PUBLICÓ EN 1928 LA CASA DE CARTÓN. OCHENTA AÑOS DESPUÉS EL LIBRO SIGUE DESLUMBRANDO POR SU INSÓLITA APUESTA VANGUARDISTA Y ES ALGO ASÍ COMO UN RARA AVIS DE NUESTRAS LETRAS. EN LAS SIGUIENTES PÁGINAS UN HOMENAJE A MARTÍN ADÁN, UN AUTOR DE CULTO, DE QUIEN EN OCTUBRE PRÓXIMO SE CELEBRARÁN CIEN AÑOS DE SU NACIMIENTO.
Por Peter Elmore
Breve y ágil obra maestra, La casa de cartón es un libro singular en la literatura peruana y en la bibliografía de su propio autor. Tenía veinte años Martín Adán cuando, a fines de 1928, publicó su insólita y brillante novela vanguardista. Al texto de esa primera edición lo flanqueaban, cordiales y entusiastas, un prólogo de Luis Alberto Sánchez y un colofón de José Carlos Mariátegui. Fiel al ánimo contestatario y los modales provocadores de la vanguardia artística, el joven creador no quiso creerse consagrado y, más bien, prefirió pensar que su primera aventura impresa era un ejercicio marginal y fallido: "Este ejemplar clandestino de una edición malograda" es la fórmula que Adán repitió en todas las copias dedicadas del volumen.
"Ya ha principiado el invierno en Barranco", señala la oración que abre La casa de cartón. Al comienzo del relato, la indicación de tiempo y lugar nos sitúa en las coordenadas de un narrador-personaje que, como un yo lírico, habla en presente. En el lindero entre las vacaciones y el año escolar, el narrador -que se desdobla y se dirige a sí mismo en segunda persona- fantasea con el escape a un sitio que esté más allá del calendario: "Y tú no quieres que sea verano, sino invierno de vacaciones, chiquito y débil, sin colegio y sin calor". El protagonista adolescente quiere excluirse tanto del ocio reglamentario como de la disciplina impuesta: su intención es refugiarse en un lugar imaginario y propio. Ese repliegue en la subjetividad -en una subjetividad anárquica y proteica, desdeñosa de los convencionalismos- es la matriz del espectáculo textual que se despliega, luminosamente, en La casa de cartón.
LA COMEDIA DEL BALNEARIO
Fuente: Colección Martín Adán de la PUCP.
© Empresa Editora El Comercio. Jr. Miró Quesada #300 Lima 1 – Perú
lunes, 20 de octubre de 2008
Oswaldo Reynoso. "Ya estoy cansado de que me engañen"
Pedro Escribano.
Su visita, un par de vueltas por la realidad, como diría el recordado poeta Juan Ramírez Ruiz, dio pie para conversar sobre la Lima masiva, balbuceante, que él, con prosa viva, irreverente, otrora describió en sus libros En octubre no hay milagros y Los inocentes. Como afirma, entonces no bastaba presentar los escenarios limeños (bares, cantinas, peluquerías, prostíbulos, calles modestas, parques), tampoco el físico de sus personajes, sino mostrar su lenguaje, sobre todo en su dimensión de jergas. Y eso es lo que hizo y con ello se ganó, no la gloria, pero sí un merecido lugar en la narrativa peruana.
–Describiste a la Lima de los 50 y 60, ¿esta ciudad se ha convertido en un monstruo o ya era un monstruo?
–Comenzaba a ser monstruo. Precisamente En octubre no hay milagros hay un personaje que mira desde un edificio y desde allí puede ver cómo los alrededores de la Lima antigua van llenándose de barriadas.
–¿Era una ciudad desconocida en muchos sentidos?
–Los migrantes de esa época, no teníamos una idea cabal de lo que era Lima, puesto que era difícil de llegar a Lima desde las provincias. No había televisión y las fotografías eran en blanco y negro y siempre se veían edificios como los ministerios. Para nosotros era una ciudad muy lejana. Sí, de tal manera que cuando un provinciano llegaba a Lima se encontraba con una ciudad que nunca había imaginado. Los provincianos se quedaban extramuros de la ciudad.
–Cada vez es más diversa.
–Hace años un joven sociólogo hizo un trabajo. A los jóvenes de diferentes distritos de Lima les dio un papel y lápiz y les pidió que hicieran un plano de Lima.
–¿Cuál fue el resultado?
–Yo leí una versión que salió en los diarios. Para uno de Huaycán, de la Carretera Central, la ciudad de Lima terminaba en la Parada. Para el de la zona Norte, la ciudad terminaba en la plaza de Armas. Y los jóvenes de los barrios aristocráticos de Lima, solamente señalaban Miraflores y la Av. Benavides. Cada quien tenía su Lima. Eso te demuestra que esta ciudad es muy fragmentada.
–¿En Los inocentes fue atrevimiento usar la jerga?
–Yo no lo hice por atrevimiento, sino lo hice por la concepción que yo tenía de la narrativa, que los personajes no solamente fueran descritos por su físico, por su ropa, sino también que el personaje se presentara frente al lector por su forma de hablar. Esa era mi intención. Pero después me di cuenta de que en la narrativa anterior cuando tenían que emplear palabras groseras ponían la inicial con puntos suspensivos. Se escribiría "eres una p...", "te vas a la misma m…". Antes el escritor era muy pudoroso.
Como siempre, junto a los alumnos en un colegio. El escritor supo capturar en sus libros no solo el espíritu, sino también el lenguaje juvenil.
–Por Los inocentes fuiste fustigado...
–Sí, recuerdo mucho que en un programa de televisión me dijeron que en mi libro yo empleaba muchas groserías, palabras ordinarias. Yo le dije que no, que yo no encontraba palabras groseras. El que me entrevistaba se molestó, cómo es posible que usted niegue una cosa tan evidente, pues allí tenía mi libro y que por respeto al público decía que no iba a leer. Yo le dije que depende de la concepción que usted tenga de lo que es una palabra grosera. Y me pidió que diga cuál era mi concepción. Le dije, mire usted, la palabra justicia en boca de un juez que no hace justicia y que recibe coimas, es grosera. La palabra Dios en boca de un sacerdote que no lleva una vida correcta, esa palabra se convierte en grosería en sus labios. La palabra patria en boca de un militar traidor, es una tremenda grosería. Pero cuando a un muchacho de cualquier barrio pobre de Lima, alguien viene y le da un golpe y este voltea y le dice "qué te pasa concha tu madre", esa palabra es buena porque le sale desde el fondo de su alma. Es una palabra sincera. Me sacaron del aire.
–¿Lima ya no es una ciudad cucufata como era antes?
–Hay una anécdota muy bonita. Me invitaron aun colegio porque los alumnos habían leído mis libros. Estaban el director, el subdirector. Los alumnos me hicieron preguntas muy interesantes. Un alumno pide la palabra y me dice, "mire, profesor, con todo respeto, en unos de sus libros hay un joven que se masturba en una plaza pública, ¿para usted la masturbación es buena o mala?" .El director lo miró con furia, la directora no sabía qué hacer. Hubo un silencio total… Entonces le dije: cuando yo tenía la edad de ustedes, decían que a quien se masturbaba le crecían vellos en las palmas de las manos. Toditos comenzaron a verse la palma de las manos… (risas), también decían que se volvían locos y también se decía que quien se masturbaba se iba al infierno… ¿ustedes creen en el infierno? Se escuchó un rotundo ¡no! Eso me lleva a la conclusión de que esta juventud ya no es cucufata. Ah, les expliqué sobre la masturbación y el director se fue. Tuve que terminar la conferencia y salí solo, con los aplausos de los alumnos.
–¿Lima ya no es inocente?
–Eso te da una idea de que Lima ha cambiado, ya no hay cucufatería. Ahora, el Señor de los Milagros es una tradición, claro, hay quienes creen, pero ya es otra forma de creencia. Es un ritual, como las fiestas patronales de los pueblos. La procesión en realidad es una feria.
–La expresión "en octubre no hay milagros" se ha convertido en una frase recurrente por su sentido irónico.
–Yo he llegado a la conclusión de que, efectivamente, por ese fenómeno, ahora sí creo que en octubre sí hay milagros (risas).
NADA CON PARTIDOS
–¿Por qué nunca militaste en un partido?
–No. Tuve contactos, asistía a alguna reunión, pero no milité. Un escritor debe tener una ideología y la libertad para escribir.
–¿El APRA se merecía esta segunda oportunidad?
–A mí nunca me ha interesado la política oficial peruana. Para mí que gobierne Fulano o Zutano es lo mismo porque no cambian los grupos de poder. Entonces yo no me dejo ilusionar por los políticos.
–Como ciudadano se supone que tienes una opinión.
–No me interesa, porque en el fondo van a ser lo mismo. Ya estoy cansado de que me engañen, por eso ya hace años tomé la determinación de no votar, porque no me gusta que cada cinco años me metan el dedo a la boca.
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"No soy eterno, ya no hay"
–¿Qué estás escribiendo ahora?
–Una novela en tres tiempos. Comienzos de la década del 60, ubicada en Huamanga. El otro momento temporal es la década del 90 y el tercer tiempo es el momento en que escribo. Esos tres tiempos se van entrecruzando, pero yo no soy un escritor de planificación de novelas sino de pulsaciones internas... Actualmente he escrito 300 páginas de esta novela que se titula provisionalmente Huamanga, Huamanga.
–¿Cuál es el argumento?
–Ahora ya me he salido de todo. Escribo fragmentos y fragmentos de no sé qué será, ya no hay novela.
–¿Has fragmentado la novela?
–No, no. Al comienzo, me impresionó la frase de André Gide en el último libro en el que dice que va a cumplir 80 años, que ya no tiene la suficiente fuerza para escribir una novela y que lo único que le queda es escribir lo que salga.
–¿Temes el agotamiento?
–No es que tema, sino simplemente ya no hay, pues. No soy eterno. Entonces me impresionaron esas frases de Gide y comencé a escribir los recuerdos de Huamanga. Pero me tranqué, no pude seguir. Y recordé a Proust. Proust dice que el tiempo todo lo destruye, el tiempo lo borra todo y lo único que hay que poner frente a esta destrucción del tiempo es el recuerdo, la memoria. En ese momento la novela toma otro giro, en estructura y en todo, tiene mucho de videoclip y de diario.
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jueves, 16 de octubre de 2008
¿Con lengua o sin lengua? - Fernando Savater
El Manifiesto por la lengua común ha recabado miles de firmas y adhesiones, pero también no pocas descalificaciones. Fernando Savater, su principal impulsor, recapitula sobre las pasiones desatadas por un documento que, bien leído -o sólo leído-, no resulta demasiado revolucionario.
En España hay dos formas de derogar una propuesta política que resulta incómoda a tirios y a troyanos: primera, señalar justamente que es política y subrayarlo en tono acusatorio (“vaya, con que politizando la política, ¿eh?”); segunda, declarar encogiéndose de hombros que no es urgente o, peor, que es inoportuna (se trata de una variante del estribillo burocrático por excelencia, el “vuelva usted mañana” glosado genialmente por Larra). Ambas descalificaciones han caído, juntas o por separado, sobre el Manifiesto por la Lengua Común. La censura contra la politización de un problema político nos llegó en múltiples tonos y énfasis, desde las admoniciones del presidente del gobierno y adláteres hasta el cauteloso retroceso de algunos firmantes acongojados (¿se dice así?) por la fuerte marejada que levantó el texto. Otros prefirieron distanciarse señalando que el asunto lingüístico no corre prisa, pese a que todos los días se están dictando normativas discriminatorias y hay miles de padres que tienen que educar a sus hijos ya, no el próximo milenio. Para ellos lo de rescatar la lengua común del país no apremia (llevamos después de todo décadas perdiéndola), comparado con la crisis económica, la violencia de género o –sobre todo– los desafueros norteamericanos en Iraq. Además, se trata de una reivindicación inoportuna, porque compromete al gobierno y denuncia a la oposición, además de “radicalizar” a los nacionalistas, que son, como ya se sabe, irritabile genus: si se les concede lo que piden lo ensanchan y desbordan hasta el abuso, si se les niega se enfadan y se convierten en nacionalistas más rabiosos todavía. No hay forma de darles gusto y por eso hay cada día más, porque todo el mundo quiere apuntarse al partido al que se le permiten los caprichos.
De todas formas y pese a estas previsibles descalificaciones, los promotores del Manifiesto por la Lengua Común no podemos quejarnos. Lo han apoyado, además de miles de ciudadanos, figuras destacadísimas de la literatura, la universidad, los medios de comunicación, las artes plásticas, la música, el deporte, el comercio… No diré, porque sería presuntuoso, que quienes lo han firmado son los mejores, pero sí se puede asegurar sin miedo a error que desde el inicio de nuestra democracia nunca ha habido un documento semejante suscrito por tal plantel de celebridades, muchas de las cuales jamás se habían comprometido con nombre y apellidos en este tipo de iniciativas. Y hay que recordar que se trata de una iniciativa privada, sin ningún tipo de apoyo o reconocimiento institucional sino más bien todo lo contrario. Para bien o para menos bien, el impacto de esta propuesta ha sido tremendo y ha desencadenado una serie de reacciones airadas o favorables realmente sin precedentes. Veremos si ese retumbar social termina concretándose en alguna medida política concreta, aunque ya sabemos que hay varias en marcha. Sea como fuere, la impresión general es que las cosas en este terreno ya no volverán a ser lo mismo o, como suele decirse con cierta truculencia, que el manifiesto marca un antes y un después.
Leído con cierto detenimiento y algo de discernimiento, tarea que se han ahorrado voluntariosamente casi todos sus oponentes y bastantes de sus partidarios, el texto no resulta en modo alguno demasiado provocativo ni mucho menos revolucionario. Parte del reconocimiento, culturalmente indudable y constitucionalmente establecido, de una lengua común –el castellano o “español”, como también se lo denomina precisamente por este carácter común– en nuestro país, España. Afirma que tal lengua común no es una mera imposición legal o social sino un beneficio político para nuestra democracia (a ninguna democracia la ayuda la cacofonía), además de un importante activo cultural y hasta económico en nuestra proyección mundial, por tratarse de una lengua de primer rango internacional (la tercera en número de hablantes, siempre creciente, y la segunda en extensión tras el inglés). Por supuesto, el Manifiesto reconoce y encomia como muy valiosa la presencia de otras lenguas no menos españolas en algunas regiones y apoya la tutela de los derechos de sus hablantes en todos los ámbitos institucionales y sociales correspondientes. Lo único que se rechaza es la posibilidad de que se ejerza en tales regiones una discriminación positiva abusiva en detrimento “compensatorio” de quienes optan allí por usar la lengua común en la educación, las relaciones con la administración… Sólo una mentalidad estrechamente nacionalista trata de obstaculizar el uso de la lengua común precisamente porque es común (y por tanto más extendida), imponiendo la otra lengua para favorecer el sueño separatista de crear estados dentro del Estado y que no respondan ante él. Porque una cosa es ser partidario del Estado de las autonomías y otra el querer un Estado de los nacionalismos… es decir, la fragmentación del Estado de Derecho democrático.
Las reacciones nacionalistas al Manifiesto eran de esperar, pero en algunos casos han sido particularmente pintorescas. Por ejemplo, la acusación contra los firmantes de pretender imponer un estricto monolingüismo que no respeta el pluralismo del país… Tomen nota: quienes reclamamos que haya igual opción para estudiar en castellano o en la lengua regional en las autonomías bilingües, los que queremos que las declaraciones institucionales, los formularios oficiales o la información vial sea en ambas lenguas, los que pedimos que los ciudadanos puedan comunicarse con la administración en cualquiera de ellas y que en los comercios o negocios privados cada cual elija la que prefiera… somos monolingüistas rabiosos; en cambio quienes imponen la lengua cooficial como única vehicular de la enseñanza (la famosa inmersión lingüística), los que rotulan las vías públicas sólo en ella o no facilitan impresos oficiales más que en ella (y en inglés, llegado el caso), los que convierten el conocimiento de esa lengua en un mérito predominante para cualquier cargo administrativo (hasta el punto de vedarlos a quienes no la dominen, aunque estén mejor preparados profesionalmente que los demás)… ésos son bilingüistas respetuosos e intachables. ¡Vaya, hombre!
También los pretextos para defender este exclusivismo (y los obstáculos a la lengua común) son curiosos, sobre todo en el terreno de la educación. Por ejemplo, según algunos la inmersión lingüística favorece la integración social e impide la formación de guetos: argumento proceloso, porque invertido serviría para imponer la lengua común como única en toda la educación pública, como ocurre en Francia. También hay quien se ampara en razones presupuestarias: será demasiado oneroso costear dos líneas educativas, por tanto sólo puede haber una… casualmente la que omite la lengua común. Me recuerda el chiste del viajero que, cuando el tren para en una estación unos pocos minutos, llama desde la ventanilla a un muchacho que pasea por el andén: “Por favor, chico, toma diez euros y tráeme un bocadillo de jamón de la cantina… con lo que sobre puedes comprarte tú otro”. Al rato, el mozo vuelve masticando ufano su bocadillo: “Oye ¿y el mío?” “Lo siento, no había más que para uno”.
Dejo de lado, por razones higiénicas, el caso de quienes como el gallego Suso de Toro y bastantes otros nos han atribuido razones xenófobas y hasta genocidas. Podría uno sentirse ofendido por tales dicterios, pero yo creo que no hay injuria en lo que sale de boca de los tontos y de los niños… y es evidente que Suso de Toro y demás compadres son rematadamente niños. En realidad, salvo por la virulencia, no me chocan demasiado los rugidos de los intelectuales nacionalistas o para-nacionalistas, que en estas cuestiones suelen ser bastante maximalistas y poco dados a matices. En cambio no deja de parecerme mal síntoma para nuestra democracia que bastantes intelectuales no nacionalistas (cuyas alarmadas confidencias contra los estragos del provincianismo separatista he compartido tantas veces) no se hayan decidido finalmente a suscribir un manifiesto que parecía hecho a la medida de sus habituales reclamaciones. Se me ocurren varias explicaciones para este abstencionismo a menudo vergonzante. Primera y más elemental, los apremios de la supervivencia: los que trabajan en medios de comunicación radicados en autonomías de predominio nacionalista o cercanos ideológicamente a los intereses gubernamentales (que por el momento parecen proclives al nacionalismo salvo en cuestiones de financiamiento autonómico) no quieren “significarse” –como me reprochaba mi madre que yo hacía durante el franquismo– para ahorrarse problemas laborales o de convivencia. Pueden ser simples aprensiones, pero no está el panorama económico del país como para correr riesgos. Pero ¿y aquellos otros cuya posición en el ranking de ventas les excluye de esos temores tan vulgares? Les haré una confidencia: la mayoría de los intelectuales que conozco, incluso los más anticlericales, pertenecen a la orden mendicante. No mendigan dinero, no, pero sí reconocimiento público, honores, academias, espacio preferente en los suplementos literarios o en los programas de radio y televisión más atendidos. Quieren ser no sólo muy vistos sino también bien vistos, al menos por parte de las fuerzas vivas. De modo que tienen buen cuidado de no desagradar nunca a los “suyos”, para asegurarse al menos un canal de homenajes. Muchos de ellos son admirables por su arte y talento, pero padecen esa infantil debilidad, casi conmovedora. Tomar una actitud que les indisponga a la vez con las autoridades nacionalistas y estatales, así como con gran parte de la izquierda y hasta de la derecha, es pedirles demasiado. ¿Y si les confunden con los de la acera (política) de enfrente y se les olvida en el reparto de galardones o aplausos? En fin, cosas humanas y comprensibles aunque también –como casi todo lo comprensiblemente humano– algo tristes.
En resumen: el Manifiesto reivindica el derecho de los ciudadanos españoles a utilizar su lengua común –históricamente asentada y constitucionalmente reconocida– en todo el país, tanto para expresarse, para educarse, para informarse o para relacionarse con la administración, sin perjuicio del reconocimiento del derecho a usar igualmente las otras lenguas cooficiales en sus regiones respectivas. Y además resalta la importancia de que exista una lengua común como vehículo de funcionamiento democrático y garantía de unidad del Estado de Derecho, frente a los pujos disgregadores de las ideologías etnicistas o de los simplemente aprovechados que buscan ventajas en el juego colectivo. En vez de insultos soeces o subterfugios bizantinos, los firmantes del Manifiesto agradeceríamos explicaciones de por qué este planteamiento es erróneo o nocivo. También sería muy oportuno que los partidos políticos se definieran al respecto y, si están de acuerdo con nuestra propuesta, la apoyaran parlamentariamente y dejaran claros los derechos y deberes al respecto para el futuro. Creemos que este asunto no sólo es de interés en España, sino también en toda Hispanoamérica. Para los ciudadanos de esos países, nada más interesante que una nación europea –vinculada a ellos por múltiples lazos– donde pueden comunicarse, estudiar, negociar o trabajar en su propia lengua. Y al revés, naturalmente: no deja de ser significativo que muchos de los que en España se muestran remisos o claramente hostiles ante la lengua común (porque aquí el beneficio económico y político se saca del compadreo con los nacionalistas), en cuanto cruzan el charco se convierten en fervorosos adalides del español, porque eso es precisamente lo que resulta más rentable allí para escritores, editores, empresarios y políticos. Porque no sólo tenemos una lengua común en España, sino que también es válida para una comunidad mucho más ancha y populosa, a uno y otro lado del gran océano. Quien nace acá o allá dentro de esa comunidad tiene la oportunidad de recibir desde el comienzo una herramienta verbal que le abrirá unas perspectivas y le ofrecerá posibilidades que muy pocas otras lenguas pueden mejorar. Es un verdadero atropello social y cultural regatearle esa riqueza por cualquier pretexto de mezquindad sectaria.~
© EDITORIAL VUELTA 2008 / TÉRMINOS Y CONDICIONES DE USO
jueves, 9 de octubre de 2008
El francés Jean-Marie Le Clézio, Nobel de Literatura
"El escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante", así califica la Academia Sueca la obra del nuevo premio Nobel de Literatura, el francés Jean-Marie Le Clézio (Niza, 1940). En 45 años de oficio, Le Clézio, un gran viajero fascinado por los mundos primarios, ha escrito una cincuentena de libros cargados de una gran humanidad, señalan los medios franceses. "Como todos los premios literarios, [el Nobel] significa ganar tiempo, resurgir, tener más ganas de escribir", ha declarado en la radio France Inter Le Clézio antes saberse premiado.
Nobel para la proteína 'chivata'
Así se cuece un Premio Nobel
Los descubridores del virus del sida y del papiloma humano, Nobel de Medicina
Nobel a tres físicos por desvelar las simetrías rotas de la naturaleza
Premios literarios
DOCUMENTO (PDF - 159,02Kb) - 09-10-2008
A FONDO
Sede:
Estocolmo (Suecia)
El autor considera que el galardón es "una respuesta" y señala que "escribe para ser leído y ser respondido". Le Clézio sonríe cuando se le insinúa que este premio le inscribirá con mayor presencia en la historia de la Literatura: "Todo eso es relativo, no hagamos de esto algo demasiado grande".
En cuanto a su hipotético discurso de aceptación del premio, Le Clézio asegura que le gustaría que versara sobre las dificultades que tienen los jóvenes para que les publiquen, o las que tiene un autor que escribe en lengua criolla para traducir su pensamiento al francés y encontrar un editor fuera de su isla. "Por qué todo es tan difícil cuando uno vive lejos de un país grande, de un país con dinero", se preguntaba el Nobel minutos antes de saber que iba a ser premiado.
Vea aquí la entrevista completa a Le Clézio (en francés)
"Esta bien escribir novelas, porque cambias de personalidad, te conviertes en otra persona. Es delicioso cambiar de personalidad totalmente; meterse en la piel de alguien de otra época, de otro sexo e identificarse completamente con esa persona", añade el escritor al hilo de su nueva novela Ritournelle de la faim, (El estribillo del hambre) que se publica estos días en Francia.
Carrera fulgurante
El flamante Nobel recibió mucha atención con su primera novela Le procès verbal, (El atestado, 1964). Por ella, con tan sólo 23 años, recibió el prestigioso premio Renaudot, una obra que definía su literatura existencialista, próxima a Georges Perec y Michel Butor, admirativa de Michel Foucault y Gilles Deleuze. Le Clézio se conjuró para intentar elevar las palabras "por encima del degenerado estado del discurso cotidiano" y restaurar el poder de éstas para invocar una realidad esencial, señala la Academia Sueca.
Su novela de debut fue la primera de una serie de descripciones de los tiempos crisis, que se incluyen en la colección de relatos La fiebre (1965) y El diluvio (1966), en las que señala los conflictos y el miedo reinantes en las principales ciudades occidentales.
Incluso en esta primera etapa, Le Clézio destacó como un autor comprometido con la ecología, una orientación que se acentuó con obras como Terra amata (1967) y El libro de las huídas (1969).
Espaldarazo definitivo
En 1980 recibe un nuevo espaldarazo al recibir el premio de la Academia Francesa por Désert (Desierto), un evocador relato del contraste entre la grandiosidad de las culturas perdidas del norte de África y la mirada de los inmigrantes indeseados en Europa. La proximidad con el norte de África le viene de su esposa Jemia, de origen marroquí, con la que contrajo matrimonio en 1975.
A partir de ese momento, Le Clézio comienza a centrar su obra en el universo amerindio, una cultura en la que profundiza a partir de la traducción de obras como Las profecías de Chilam Balam o El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido. La temática de sus obras cambia, se centra en viajes y en mundos desconocidos y comienza a tener un gran éxito de ventas. En 1994 una encuesta le señala como el mejor escritor francés vivo.
Con Le Clézio son ya 14 los escritores de nacionalidad francesa que obtienen el más alto galardón de las letras. Su nombre no estaba en las quinielas de los favoritos para el Nobel. A sus 68 años, el escritor recibirá un cheque de 10 millones de coronas suecas (1,02 millones de euros), el 10 de diciembre en Estocolmo. Jean-Marie Le Clézio en una imagen de archivo- DANIEL MORDZINSKI
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Lo outsider en el Perú y Latinoamérica
La piedra, el charco y la palabra -
jueves, 2 de octubre de 2008
ENTREVISTA A CARLOS FUENTES
Va a cumplir 80 años, lo homenajea todo México, y él sigue escribiendo. Acaba de publicar La voluntad y la fortuna a 50 años de La región más transparente, que en 2009 reeditará la Real Academia Española. Convertido ya en un clásico, el escritor mexicano insiste en defender la función social, incómoda, de la literatura. Y dice que aspira a que su obra sea "una comedia humana" mexicana.
Por: Mónica López Ocón
¿Qué cómo la vivo? Pues mire, estoy muy tranquilo escribiendo aquí, en un cuarto piso, en la ciudad de Londres.
Fuentes Básico
Homenajes y ediciones de un clásico hispánico
Desde 2004, la Real Academia Española inició una serie de ediciones conmemorativas de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos. Primero fue la edición "popular" del Quijote en el IV Centenario de esta obra y continuó con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, en la que se incluyeron ensayos de renombrados intelectuales, entre ellos, Carlos Fuentes. Ahora será el turno del mexicano. La RAE prepara para el próximo año (se publicaría en febrero de 2009) una edición en homenaje a los 50 años de la publicación de La región más transparente. Será, como todas las ediciones hasta ahora, de tapa dura y precio económico e incluirá (aunque todavía no trascendieron los nombres) el análisis de escritores y ensayistas. En tanto, se ajustan los detalles para las celebraciones que se realizarán en la Ciudad de México a partir del 11 de noviembre, y que tendrán como invitados a García Márquez,Arturo Ripstein, Silvia Iparraguirre, Tomás Eloy Martínez y Nadine Gordimer, entre otros.
Norman Mailer
La lección de Mailer
En los próximos días se distribuye Un arte espectral (Emecé), el testamento literario de uno de los mayores narradores del siglo XX: el estadounidense Norman Mailer. Bitácora de un escritor y manual sobre el ofi cio, este libro analiza los misterios técnicos de la novela y muestra el ajuste de cuentas de un creador inigualable con la pasión de toda su vida.
Por Norman Mailer