lunes, 27 de octubre de 2008

Martín Adán, cien años de luz poética

Hoy se conmemora el centenario del nacimiento del autor de la Casa de cartón. Fue un poeta erudito y profundo y dueño de una prosa que innovó la narrativa peruana.

Pedro Escribano.
Hace cien años nació Rafael de la Fuente Benavides, quien se inscribió en la historia de la poesía peruana con el nombre de Martín Adán. Su poesía, cincelada en un luminoso barroco, tiene la intensidad de la belleza de la palabra como la profundidad sabia de su pensamiento.


Bien vale preguntarse si los poetas jóvenes hoy en día leen al autor de Travesía de extramares. Si no lo hacen acaso se pierdan una fiesta de "intensidad y altura", como dice un poema de Vallejo.
"Leer a Martín Adán –nos escribe desde Sevilla Julio Ortega– es celebrar el lenguaje. El de la poesía, en primer lugar, que dice más en el barroco deleitoso de este limeño que cuya inteligencia fue una forma de la ironía. Y el habla peruana, herida por una laboriosa distancia del sujeto y sus predicados melancólicos. En esa gramática nuestra Martín Adán introdujo un yo ilativo y elocuente, que se confiesa para guarecerse. Es barroco no solo de forma sino de espíritu, maneras y manías.

Honda y laboriosa, su obra nos libera de la mediocridad para exigirnos otro mundo".

Peter Elmore, desde los Estados Unidos, ratifica el resplandor de este gran poeta: "Poesía no dice nada/poesía se está callada,/escuchando su propia voz" dicen –con sentenciosa lucidez– los versos que inscribe Martín Adán al término de Travesía de extramares (1946) y que repite tanto en el epígrafe de Escrito a ciegas (1961) como en la primera estrofa de La piedra absoluta (1965). ¿Qué agregarle a esa revelación? La palabra poética es, en Adán, una pasión rigurosa: aventura del conocimiento y experiencia de la forma, la obra del poeta –en verso y en prosa– se resiste a las interpretaciones reductoras porque ella no es un mero vehículo de ideas, sino el ejercicio deslumbrante e intenso de un alto oficio. Adán es un virtuoso que extrae posibilidades insólitas de su instrumento, como en las diez décimas –impecables y herméticas– de La rosa de la espinela (1939) o en los sonetos sabiamente encadenados de Diario de poeta (1966-1973). Su virtuosismo no es de la variedad exhibicionista y derivativa, porque nunca desciende a ser una mera demostración de habilidad técnica: el trato del poeta con la tradición –su capacidad de "oír las sumas voces", como dice en un verso certero de Travesía de extramares– no acalla su propia voz, que suena siempre singular, auténtica y exacta".

Exacto. Gocemos el manjar de su poesía.

Aloysius Acker
(fragmento)

¡Aloysius Acker está naciendo
llenando de gritos la casa, el cielo!
¡Aloysius Acker está naciendo!
¡Aloysius Acker, hermano mío,
el hermano mayor, el hermano pequeño!


-¡Para ti son plumas todas las almohadas,
y con uno que no parece todos los sueños,
y con aire todos los caminos
y con voces todos los versos!

[...]

Mi identidad hostil, mi hermano verdadero
según seno incapaz de la propia natura!...
¡Ay, echado, nonato, el ternísimo cero
a cenagosa estrella de inmediata ternura!...

[...]

¿Quemaré la casa paterna?... ¿partiré de la patria?...
¿Seré un monje en un monasterio?...
¿Me echaré a marear, tatuado, barbudo, descalzo,
en el último de los veleros?...
¡Todo me es igual, Aloysius Acker!...
¡Sólo tú me eres idéntico!

[...]


(De Aloysius Acker, Lima 1932)


Prima ripresa

(- Heme así... mi sangre sobre el ara
De la rosa, de muerte concebida,
Que, de arduo nombre sombra esclarecida,
Palio de luz, de mi sombra me ampara.)


(-Heme así... de ciego que llameara,
Al acecho de aurora prevenida,
Desbocando la cuenca traslucida,
Porque sea la noche mi flor clara.)


(-Abrumado de él, sordo por quedo,
He de poder así, en la noche obscura,
Ya con cada yo mismo de mi miedo.)


(-Despertaré a divina incontinencia,
Rendido de medida sin mesura,
Abandonado hasta de mi presencia...)

(Travesía de extramares, Lima 1950)


Ottava ripresa

- No eres la teoría, que tu espina
Hincó muy hondo; ni eres de probanza
De la rosa a la Rosa, que tu lanza
Abrió camino así que descamina.

- Eres la Rosa misma, sibilina
Maestra que dificulta la esperanza
De la rosa perfecta, que no alcanza
A aprender de la rosa que alucina.

- ¡Rosa de rosa, idéntica y sensible,
A tu ejemplo, profano y mudadero,
El Poeta hace la rosa que es terrible!


- ¡Que eres la rosa eterna que en tu rama
Rapta al que, prevenido prisionero,
Roza la rosa del amor que no ama!
¡Ay, que es así la Rosa, y no la veo!...

(Travesía de extramares, Lima 1950)


Escrito a ciegas

(Fragmento)

¿Quieres tú saber de mi vida?
Yo sólo sé de mi paso,
De mi peso,
De mi tristeza y de mi zapato.

¿Por qué preguntas quién soy,
Adónde voy?… Porque sabes harto

Lo del Poeta, el duro
Y sensible volumen de ser mi humano,
Que es un cuerpo y vocación
Sin embargo.

(…)

Entonces te diré de mi vida,
Que no es más que una palabra más…
La toda tuya vida es como una ola:
Saber matar,
Saber morir.


Y no saber retener su caudal,
Y no saber discurrir y volver a su principio,
Y no saber contenerse en su afán
Si quieres saber de mi vida,
Vete a mirar al Mar.

(Escrito a ciegas, Lima 1961)


Poesía, mano vacía

Poesía, mano vacía...
Poesía, mano empuñada
Por furor para con su nada
Ante atroz tesoro del día...

-Poesía, la casa umbría
La defuera de mi pisada...
Poesía la aún no hallada
Casa que asaz busco en la mía...


-Poesía se está defuera:
Poesía es una quimera...
¡A la vez a la voz y al dios!...
Poesía, no dice nada:
-Poesía se está, callada,
escuchando su propia voz.

(De Diario de poeta, Lima 1975)


Quarta ripresa


- La que nace, es la rosa inesperada;
La que muere, es la rosa consentida;
Sólo al no parecer pasa la vida,
Porque viento letal es la mirada.

- ¡Cuánta segura rosa no es en nada!...
¡Si no es sino la rosa presentida!...
¡rosa y a la vida Si Dios sopla a la
Por el ojo del ciego... rosa amada!...
- Triste y tierna, la rosa verdadera
Es el triste y el tierno sin figura,
Ninguna imagen a la luz primera.

- Deseándola deshójase el deseo...
Y quien la viere olvida, y ella dura...

(Travesía de extramares, Lima 1950)

2008 Grupo La República - Todos los derechos reservados
Lunes, 27 de Octubre 2008
Cultural




Martín Adán

Letra viva


Nuestro poeta maldito

Ricardo González Vigil

En 1976 Martín Adán obtuvo el Premio Nacional de Cultura en el área de Literatura. En la ceremonia de entrega de dicho galardón (a la que, por cierto, no asistió Martín Adán, fiel a su marginalidad radical), ensalzaron sus méritos Luis Alberto Sánchez y Mario Vargas Llosa, es decir las figuras más reconocidas internacionalmente (y menos marginales, qué duda cabe) de la crítica y la creación literaria peruana, respectivamente.
Aquí recordemos que Vargas Llosa sostuvo que Martín Adán era nuestro poeta maldito. Efectivamente, pensando en figuras como Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé (además de su propia trayectoria desgarrada, en carne viva), Verlaine hizo famosa la expresión 'poetas malditos' para mencionar a poetas marcados por una vocación absorbente (con ambiciones de videncia, magia, alquimia verbal, sacerdocio del absoluto, etc.) que los inhabilitaba para la vida burguesa y, en general, el contrato social. Alcohólico como Verlaine (y su admirado Rubén Darío, quien veneraba a Verlaine y a los 'raros', su versión de los 'malditos'), Martín Adán se desvivió en trance de absoluto, rompiendo con su existencia ciudadana de Rafael de la Fuente Benavides, aislándose en manicomios (porque --sostenía-- los locos están afuera), ajeno al contrato social, incluyendo en él el mundillo literario de las ediciones y los premios, que nunca buscó y corrieron a cargo de sus fervientes admiradores.

¿Cómo no detectar la irreverencia de un Rimbaud en "La casa de cartón", incluso en textos de la madurez, como los agónicos "La mano desasida" y "Escrito a ciegas"? ¿Cómo no percibir la afinidad de "La rosa de la espinela" y "Travesía de extramares" con el virtuosismo barroco de Mallarmé, gestor este de la poesía pura? ¿Cómo no conectar de la religiosidad heterodoxa y turbulenta de Martín Adán con la estela de Baudelaire y Verlaine (y Rubén Darío)? Sí, en el Perú y en todo el ámbito de la lengua española, Martín Adán es el mayor poeta maldito.

Mientras se emprenda la difícil tarea de una edición crítica de toda la obra de Martín Adán (con series poéticas como "Arquitectura", no considerada por Silva Santisteban), el aporte de "Obra poética en prosa y verso" resulta relevante. Cuestión espinosa es la del pulso poético de la prosa de Adán. Así, negándose a ver "La casa de cartón" como una novela vanguardista, Silva Santisteban la juzga escritura poética en prosa. El problema es que nuestro poeta dinamita los límites entre los géneros literarios, al extremo que su tesis doctoral "De lo barroco en el Perú" mas no es un tratado académico sino una galería de autores caracterizados con lenguaje metafórico.


Título

"Obra poética"


Autor

Martín Adán


Editorial
PUCP

Libro y disco
Las ediciones más completas y cuidadosas de Martín Adán estaban agotadas hace varios años: "Obra poética" (1980) y "Obras en prosa" (1982), confeccionadas por el destacado investigador (también poeta y editor) Ricardo Silva Santisteban. Esta nueva edición no se limita a reproducir la de 1980, sino que ha agregado los fragmentos conocidos de "Aloysius Acker", el conjunto "Poemas varios" y algunos nuevos textos de "Mi Darío" y "Diario de poeta". En 1980 solo incluía los "Poemas Underwood" de "La casa de cartón"; ahora ha optado por toda "La casa de cartón", estimándola escritura poética en prosa. De otro lado, ofrece un CD con la voz de Martín Adán leyendo páginas suyas, editada por Jesús Ruiz Durand.

Copyright Empresa Editora El Comercio S.A.

Jueves, 15 de febrero de 2007

LA CASA DE CARTÓN

Retrato del artista precoz


MARTÍN ADÁN TENÍA VEINTE AÑOS CUANDO PUBLICÓ EN 1928 LA CASA DE CARTÓN. OCHENTA AÑOS DESPUÉS EL LIBRO SIGUE DESLUMBRANDO POR SU INSÓLITA APUESTA VANGUARDISTA Y ES ALGO ASÍ COMO UN RARA AVIS DE NUESTRAS LETRAS. EN LAS SIGUIENTES PÁGINAS UN HOMENAJE A MARTÍN ADÁN, UN AUTOR DE CULTO, DE QUIEN EN OCTUBRE PRÓXIMO SE CELEBRARÁN CIEN AÑOS DE SU NACIMIENTO.


Por Peter Elmore
Breve y ágil obra maestra, La casa de cartón es un libro singular en la literatura peruana y en la bibliografía de su propio autor. Tenía veinte años Martín Adán cuando, a fines de 1928, publicó su insólita y brillante novela vanguardista. Al texto de esa primera edición lo flanqueaban, cordiales y entusiastas, un prólogo de Luis Alberto Sánchez y un colofón de José Carlos Mariátegui. Fiel al ánimo contestatario y los modales provocadores de la vanguardia artística, el joven creador no quiso creerse consagrado y, más bien, prefirió pensar que su primera aventura impresa era un ejercicio marginal y fallido: "Este ejemplar clandestino de una edición malograda" es la fórmula que Adán repitió en todas las copias dedicadas del volumen.


"Ya ha principiado el invierno en Barranco", señala la oración que abre La casa de cartón. Al comienzo del relato, la indicación de tiempo y lugar nos sitúa en las coordenadas de un narrador-personaje que, como un yo lírico, habla en presente. En el lindero entre las vacaciones y el año escolar, el narrador -que se desdobla y se dirige a sí mismo en segunda persona- fantasea con el escape a un sitio que esté más allá del calendario: "Y tú no quieres que sea verano, sino invierno de vacaciones, chiquito y débil, sin colegio y sin calor". El protagonista adolescente quiere excluirse tanto del ocio reglamentario como de la disciplina impuesta: su intención es refugiarse en un lugar imaginario y propio. Ese repliegue en la subjetividad -en una subjetividad anárquica y proteica, desdeñosa de los convencionalismos- es la matriz del espectáculo textual que se despliega, luminosamente, en La casa de cartón.


LA COMEDIA DEL BALNEARIO

Una galería variopinta e internacional de personajes desfila por el escenario versátil de la escritura, exhibida por un irreverente maestro de ceremonias. Agentes viajeros ingleses, profesores germánicos y turistas anglosajonas, así como viejas beatas vernáculas, trabajadores domésticos y bañistas de diversas generaciones se convierten en el reparto excéntrico de una exuberante comedia urbana (o, para ser más preciso, suburbana). La realidad social se destila y enrarece hasta el punto de asimilarse al orbe autónomo de la creación verbal, que se rige por sus propias reglas. Por lo pronto, lo humano se deshumaniza mientras que, en simétrico contraste, los objetos cobran vida. Así, la fotógrafa Annie Doll ( "doll", por cierto, significa "muñeca") le hace honor a sus señas y, de hecho, parece una ilustración de su apellido: "Se apretaba un botón, y Miss Annie Doll arrojaba afuera el cuerpo y las gafas amarillas". Inversamente, los postes de alumbrado cobran, por los buenos oficios de la metáfora, forma de personas: "De noche se echan a andar los postes. Yo he reconocido en una calle alejadísima a un poste que se pasa el día entero parado a la puerta de mi casa, con el sombrero en la mano, tieso, absorto, como callando un dolor de riñones o haciendo sumas con la cabeza". La única novela de Adán le está dedicada a José María Eguren, el fundador de nuestra tradición moderna, y ese gesto de homenaje cariñoso a otro barranquino es también el reconocimiento de un linaje: la imaginería lúdica y el aura de aparente puerilidad que distinguen a estos pasajes de La casa de cartón se emparentan, aunque en una clave que no es la del ensueño lírico ni la de la fantasmagoría gótica, con la poesía del autor de La canción de las figuras.

En las páginas de La casa de cartón, al Barranco de los años 20 lo reinventa una conciencia artística que prefiere la transfiguración poética a la precisión mimética: gracias a un tratamiento a la vez humorístico y alucinatorio, Adán le imprime una fisonomía nueva y extraña al balneario próspero de los tiempos del Oncenio leguiísta (en esos años, de 1919 a 1930, se impulsó con brío y pocos escrúpulos la modernización de Lima, que había comenzado ya a principios del siglo XX). La expansión urbana -motivo de especulaciones inmobiliarias y de entusiasmos cívicos- era un fenómeno novedoso en Lima, que por 250 años se había circunscrito a sus antiguos límites. El narrador-protagonista no se deja impresionar por los cambios, de los que da cuenta con diestra plasticidad: "Y, al salir del campo, limitado por urbanizaciones, advierto que el campo está en el cielo: un rebaño de nubes gordas, vellonosísimas, con premios de Exposición, trisca en un cielo verde. Y esto lo veo de lejos, tan de lejos, que me meto en cama a sudar colores". La distancia afectiva, intelectual y existencial del narrador es, sin duda, un síntoma de rebeldía generacional. Es también una marca de disidencia estética y moral: el artista en ciernes no comparte la complacencia consumista de los beneficiarios del Oncenio, pero tampoco se identifica con la nostalgia criolla y populista que tiene su expresión más obvia en las crónicas de Una Lima que se va, de José Gálvez.

LA AMISTAD Y LA POESÍA

La casa de cartón adelgaza al mínimo la trama y no satura de biografía a los personajes que nombra, pero bastan los indicios que disemina el narrador para que los lectores reconozcan una historia. El colegial que vuelve a la rutina académica pasa revista a su entorno, evoca temporadas idas y, sobre todo, convoca el recuerdo del amigo difunto, Ramón, que lo inició -pese a no haber pasado él mismo la estación del aprendizaje- en la experiencia de la poesía. No hay, sin embargo, patetismo ni dolor en La casa de cartón. En una novela cuyos personajes no simulan ser de carne y hueso, la muerte es menos una desgracia que uno de los modos de la ausencia: "Yo sueño con una iconografía de Ramón, que me permitiera recordarlo a él, tan plástico, tan espacial, plásticamente, espacialmente". Incorpóreo y sutil, el objeto de la evocación es un holograma: su sustancia, como la de los demás personajes y presencias que pueblan la novela de Adán, es la de la imagen. También el paisaje urbano tiende a existir como una representación visual, inestable e inasible: "Y la ciudad es una oleografía que contemplamos sumergida en agua: las ondas se llevan las cosas y alteran la disposición de los planos". El narrador de La casa de cartón ha educado la vista -sensible al movimiento y los detalles- en el cine: a esa tecnología moderna de la mirada aluden los efectos ópticos ("todo es así -temblante, oscuro- como en pantalla de cinema") y, con frecuencia, la lógica de la composición ("En el tranvía. Las siete y media de la mañana. Un asomo de sol bajo las cortinillas bajas. Humo de tabaco. Una vieja erecta. Dos curas mal afeitados. Dos horteras. Cuatro mecanógrafas.."). En el relato de Adán, Barranco es un lugar híbrido, en tránsito, donde se encuentran y combinan impulsos contrarios. Ese espacio abigarrado se anima con la dialéctica fricción entre lo estático y lo dinámico, entre lo viejo y lo nuevo, propiciando visiones que son, simultáneamente, eufóricas e irónicas: "El rosario va en el seno y no suena. A las doce del día, cae el sol líquido y a plomo como un aguazo amarillo de carnaval antiguo. Los tranvías pasan su cargamento de sombreros. Ay, el viento, qué alegría en este mar de la seriedad. ¡Se inflan todas las Crónicas y Comercios, tanto que uno teme una retromarcha del carro, casi un vuelo sesgado sobre los rieles y los postes! Una garita se pone a salvo de un brinco". La prosa elástica y flexible de Adán se rige por una experiencia perspicaz de la temporalidad: con exacta agudeza, el escritor registra desde la aceleración extrema (como en el raudo viaje mental a París de Manuel, uno de los amigos del narrador) hasta la vivencia de la lentitud ("La tarde proviene de esta mula pasilarga, tordilla, despaciosa"). La modernidad, escribe Octavio Paz en Los hijos del limo, se funda en el tiempo y sus cambios: bajo esa luz, La casa de cartón es, sin lugar a dudas, la obra de un artista radical y lúcidamente moderno. Son treinta y siete las piezas -viñetas, cuadros, escenas y el espléndido "Poemas Underwood", próximo en temple y textura a Cinco metros de poemas, de Carlos Oquendo de Amat- que componen La casa de cartón, armándola de acuerdo a una arquitectura flexible y ligera, casi aleatoria. El orden del relato no es lineal (una carreta, se dice en uno de los primeros cuadros del texto, sigue un camino "recto hasta la imbecilidad"). Los fragmentos de la obra se articulan en una estructura holgada y múltiple que hace de la única novela de Adán un laberinto amable, donde el juego de la lectura se orienta en direcciones inesperadas. Aventura de la imagen y artefacto de la palabra, La casa de cartón sigue siendo, a ochenta años de su publicación, uno de los libros más audaces y renovadores de la literatura peruana.
Cubierta de la primera edición de La casa de cartón. Lima: Impresiones y Encuadernaciones, "Perú", 1928.

Fuente: Colección Martín Adán de la PUCP.

© Empresa Editora El Comercio. Jr. Miró Quesada #300 Lima 1 – Perú

lunes, 20 de octubre de 2008

Oswaldo Reynoso. "Ya estoy cansado de que me engañen"

El autor de En octubre no hay milagros visita al Cisto Morado, habla de Lma y de Huamanga, Huamanga, la novela que está escribiendo.



Pedro Escribano.


El maestro. Oswaldo Reynoso en su casa junto
a una gigantografía que publicita su libro Los inocentes.

En octubre sí hay milagros. El escritor Oswaldo Reynoso se acercó a la casa del Cristo Morado, la iglesia de las Nazarenas, en una rápida visita por el Centro de Lima. No es que el autor de El escarabajo y el hombre esté buscando volver al redil, pues, como muchos, es consciente de que es un irreversible descarriado por las villas del Señor.
Su visita, un par de vueltas por la realidad, como diría el recordado poeta Juan Ramírez Ruiz, dio pie para conversar sobre la Lima masiva, balbuceante, que él, con prosa viva, irreverente, otrora describió en sus libros En octubre no hay milagros y Los inocentes. Como afirma, entonces no bastaba presentar los escenarios limeños (bares, cantinas, peluquerías, prostíbulos, calles modestas, parques), tampoco el físico de sus personajes, sino mostrar su lenguaje, sobre todo en su dimensión de jergas. Y eso es lo que hizo y con ello se ganó, no la gloria, pero sí un merecido lugar en la narrativa peruana.
–Describiste a la Lima de los 50 y 60, ¿esta ciudad se ha convertido en un monstruo o ya era un monstruo?
–Comenzaba a ser monstruo. Precisamente En octubre no hay milagros hay un personaje que mira desde un edificio y desde allí puede ver cómo los alrededores de la Lima antigua van llenándose de barriadas.


–¿Era una ciudad desconocida en muchos sentidos?
–Los migrantes de esa época, no teníamos una idea cabal de lo que era Lima, puesto que era difícil de llegar a Lima desde las provincias. No había televisión y las fotografías eran en blanco y negro y siempre se veían edificios como los ministerios. Para nosotros era una ciudad muy lejana. Sí, de tal manera que cuando un provinciano llegaba a Lima se encontraba con una ciudad que nunca había imaginado. Los provincianos se quedaban extramuros de la ciudad.


–Cada vez es más diversa.
–Hace años un joven sociólogo hizo un trabajo. A los jóvenes de diferentes distritos de Lima les dio un papel y lápiz y les pidió que hicieran un plano de Lima.


–¿Cuál fue el resultado?
–Yo leí una versión que salió en los diarios. Para uno de Huaycán, de la Carretera Central, la ciudad de Lima terminaba en la Parada. Para el de la zona Norte, la ciudad terminaba en la plaza de Armas. Y los jóvenes de los barrios aristocráticos de Lima, solamente señalaban Miraflores y la Av. Benavides. Cada quien tenía su Lima. Eso te demuestra que esta ciudad es muy fragmentada.


–¿En Los inocentes fue atrevimiento usar la jerga?
–Yo no lo hice por atrevimiento, sino lo hice por la concepción que yo tenía de la narrativa, que los personajes no solamente fueran descritos por su físico, por su ropa, sino también que el personaje se presentara frente al lector por su forma de hablar. Esa era mi intención. Pero después me di cuenta de que en la narrativa anterior cuando tenían que emplear palabras groseras ponían la inicial con puntos suspensivos. Se escribiría "eres una p...", "te vas a la misma m…". Antes el escritor era muy pudoroso.

Como siempre, junto a los alumnos en un colegio. El escritor supo capturar en sus libros no solo el espíritu, sino también el lenguaje juvenil.


–Por Los inocentes fuiste fustigado...
–Sí, recuerdo mucho que en un programa de televisión me dijeron que en mi libro yo empleaba muchas groserías, palabras ordinarias. Yo le dije que no, que yo no encontraba palabras groseras. El que me entrevistaba se molestó, cómo es posible que usted niegue una cosa tan evidente, pues allí tenía mi libro y que por respeto al público decía que no iba a leer. Yo le dije que depende de la concepción que usted tenga de lo que es una palabra grosera. Y me pidió que diga cuál era mi concepción. Le dije, mire usted, la palabra justicia en boca de un juez que no hace justicia y que recibe coimas, es grosera. La palabra Dios en boca de un sacerdote que no lleva una vida correcta, esa palabra se convierte en grosería en sus labios. La palabra patria en boca de un militar traidor, es una tremenda grosería. Pero cuando a un muchacho de cualquier barrio pobre de Lima, alguien viene y le da un golpe y este voltea y le dice "qué te pasa concha tu madre", esa palabra es buena porque le sale desde el fondo de su alma. Es una palabra sincera. Me sacaron del aire.


–¿Lima ya no es una ciudad cucufata como era antes?
–Hay una anécdota muy bonita. Me invitaron aun colegio porque los alumnos habían leído mis libros. Estaban el director, el subdirector. Los alumnos me hicieron preguntas muy interesantes. Un alumno pide la palabra y me dice, "mire, profesor, con todo respeto, en unos de sus libros hay un joven que se masturba en una plaza pública, ¿para usted la masturbación es buena o mala?" .El director lo miró con furia, la directora no sabía qué hacer. Hubo un silencio total… Entonces le dije: cuando yo tenía la edad de ustedes, decían que a quien se masturbaba le crecían vellos en las palmas de las manos. Toditos comenzaron a verse la palma de las manos… (risas), también decían que se volvían locos y también se decía que quien se masturbaba se iba al infierno… ¿ustedes creen en el infierno? Se escuchó un rotundo ¡no! Eso me lleva a la conclusión de que esta juventud ya no es cucufata. Ah, les expliqué sobre la masturbación y el director se fue. Tuve que terminar la conferencia y salí solo, con los aplausos de los alumnos.


–¿Lima ya no es inocente?
–Eso te da una idea de que Lima ha cambiado, ya no hay cucufatería. Ahora, el Señor de los Milagros es una tradición, claro, hay quienes creen, pero ya es otra forma de creencia. Es un ritual, como las fiestas patronales de los pueblos. La procesión en realidad es una feria.


–La expresión "en octubre no hay milagros" se ha convertido en una frase recurrente por su sentido irónico.
–Yo he llegado a la conclusión de que, efectivamente, por ese fenómeno, ahora sí creo que en octubre sí hay milagros (risas).


NADA CON PARTIDOS


–¿Por qué nunca militaste en un partido?
–No. Tuve contactos, asistía a alguna reunión, pero no milité. Un escritor debe tener una ideología y la libertad para escribir.


–¿El APRA se merecía esta segunda oportunidad?
–A mí nunca me ha interesado la política oficial peruana. Para mí que gobierne Fulano o Zutano es lo mismo porque no cambian los grupos de poder. Entonces yo no me dejo ilusionar por los políticos.


–Como ciudadano se supone que tienes una opinión.
–No me interesa, porque en el fondo van a ser lo mismo. Ya estoy cansado de que me engañen, por eso ya hace años tomé la determinación de no votar, porque no me gusta que cada cinco años me metan el dedo a la boca.


----------------------------------
"No soy eterno, ya no hay"


–¿Qué estás escribiendo ahora?

–Una novela en tres tiempos. Comienzos de la década del 60, ubicada en Huamanga. El otro momento temporal es la década del 90 y el tercer tiempo es el momento en que escribo. Esos tres tiempos se van entrecruzando, pero yo no soy un escritor de planificación de novelas sino de pulsaciones internas... Actualmente he escrito 300 páginas de esta novela que se titula provisionalmente Huamanga, Huamanga.


–¿Cuál es el argumento?
–Ahora ya me he salido de todo. Escribo fragmentos y fragmentos de no sé qué será, ya no hay novela.


–¿Has fragmentado la novela?
–No, no. Al comienzo, me impresionó la frase de André Gide en el último libro en el que dice que va a cumplir 80 años, que ya no tiene la suficiente fuerza para escribir una novela y que lo único que le queda es escribir lo que salga.


–¿Temes el agotamiento?
–No es que tema, sino simplemente ya no hay, pues. No soy eterno. Entonces me impresionaron esas frases de Gide y comencé a escribir los recuerdos de Huamanga. Pero me tranqué, no pude seguir. Y recordé a Proust. Proust dice que el tiempo todo lo destruye, el tiempo lo borra todo y lo único que hay que poner frente a esta destrucción del tiempo es el recuerdo, la memoria. En ese momento la novela toma otro giro, en estructura y en todo, tiene mucho de videoclip y de diario.

2008 Grupo La República - Todos los derechos reservados

jueves, 16 de octubre de 2008

¿Con lengua o sin lengua? - Fernando Savater

OCTUBRE DE 2008
Savater gana el Planeta con una novela detectivesca
Con lengua o sin lengua?


El Manifiesto por la lengua común ha recabado miles de firmas y adhesiones, pero también no pocas descalificaciones. Fernando Savater, su principal impulsor, recapitula sobre las pasiones desatadas por un documento que, bien leído -o sólo leído-, no resulta demasiado revolucionario.

En España hay dos formas de derogar una propuesta política que resulta incómoda a tirios y a troyanos: primera, señalar justamente que es política y subrayarlo en tono acusatorio (“vaya, con que politizando la política, ¿eh?”); segunda, declarar encogiéndose de hombros que no es urgente o, peor, que es inoportuna (se trata de una variante del estribillo burocrático por excelencia, el “vuelva usted mañana” glosado genialmente por Larra). Ambas descalificaciones han caído, juntas o por separado, sobre el Manifiesto por la Lengua Común. La censura contra la politización de un problema político nos llegó en múltiples tonos y énfasis, desde las admoniciones del presidente del gobierno y adláteres hasta el cauteloso retroceso de algunos firmantes acongojados (¿se dice así?) por la fuerte marejada que levantó el texto. Otros prefirieron distanciarse señalando que el asunto lingüístico no corre prisa, pese a que todos los días se están dictando normativas discriminatorias y hay miles de padres que tienen que educar a sus hijos ya, no el próximo milenio. Para ellos lo de rescatar la lengua común del país no apremia (llevamos después de todo décadas perdiéndola), comparado con la crisis económica, la violencia de género o –sobre todo– los desafueros norteamericanos en Iraq. Además, se trata de una reivindicación inoportuna, porque compromete al gobierno y denuncia a la oposición, además de “radicalizar” a los nacionalistas, que son, como ya se sabe, irritabile genus: si se les concede lo que piden lo ensanchan y desbordan hasta el abuso, si se les niega se enfadan y se convierten en nacionalistas más rabiosos todavía. No hay forma de darles gusto y por eso hay cada día más, porque todo el mundo quiere apuntarse al partido al que se le permiten los caprichos.
De todas formas y pese a estas previsibles descalificaciones, los promotores del Manifiesto por la Lengua Común no podemos quejarnos. Lo han apoyado, además de miles de ciudadanos, figuras destacadísimas de la literatura, la universidad, los medios de comunicación, las artes plásticas, la música, el deporte, el comercio… No diré, porque sería presuntuoso, que quienes lo han firmado son los mejores, pero sí se puede asegurar sin miedo a error que desde el inicio de nuestra democracia nunca ha habido un documento semejante suscrito por tal plantel de celebridades, muchas de las cuales jamás se habían comprometido con nombre y apellidos en este tipo de iniciativas. Y hay que recordar que se trata de una iniciativa privada, sin ningún tipo de apoyo o reconocimiento institucional sino más bien todo lo contrario. Para bien o para menos bien, el impacto de esta propuesta ha sido tremendo y ha desencadenado una serie de reacciones airadas o favorables realmente sin precedentes. Veremos si ese retumbar social termina concretándose en alguna medida política concreta, aunque ya sabemos que hay varias en marcha. Sea como fuere, la impresión general es que las cosas en este terreno ya no volverán a ser lo mismo o, como suele decirse con cierta truculencia, que el manifiesto marca un antes y un después.
Leído con cierto detenimiento y algo de discernimiento, tarea que se han ahorrado voluntariosamente casi todos sus oponentes y bastantes de sus partidarios, el texto no resulta en modo alguno demasiado provocativo ni mucho menos revolucionario. Parte del reconocimiento, culturalmente indudable y constitucionalmente establecido, de una lengua común –el castellano o “español”, como también se lo denomina precisamente por este carácter común– en nuestro país, España. Afirma que tal lengua común no es una mera imposición legal o social sino un beneficio político para nuestra democracia (a ninguna democracia la ayuda la cacofonía), además de un importante activo cultural y hasta económico en nuestra proyección mundial, por tratarse de una lengua de primer rango internacional (la tercera en número de hablantes, siempre creciente, y la segunda en extensión tras el inglés). Por supuesto, el Manifiesto reconoce y encomia como muy valiosa la presencia de otras lenguas no menos españolas en algunas regiones y apoya la tutela de los derechos de sus hablantes en todos los ámbitos institucionales y sociales correspondientes. Lo único que se rechaza es la posibilidad de que se ejerza en tales regiones una discriminación positiva abusiva en detrimento “compensatorio” de quienes optan allí por usar la lengua común en la educación, las relaciones con la administración… Sólo una mentalidad estrechamente nacionalista trata de obstaculizar el uso de la lengua común precisamente porque es común (y por tanto más extendida), imponiendo la otra lengua para favorecer el sueño separatista de crear estados dentro del Estado y que no respondan ante él. Porque una cosa es ser partidario del Estado de las autonomías y otra el querer un Estado de los nacionalismos… es decir, la fragmentación del Estado de Derecho democrático.
Las reacciones nacionalistas al Manifiesto eran de esperar, pero en algunos casos han sido particularmente pintorescas. Por ejemplo, la acusación contra los firmantes de pretender imponer un estricto monolingüismo que no respeta el pluralismo del país… Tomen nota: quienes reclamamos que haya igual opción para estudiar en castellano o en la lengua regional en las autonomías bilingües, los que queremos que las declaraciones institucionales, los formularios oficiales o la información vial sea en ambas lenguas, los que pedimos que los ciudadanos puedan comunicarse con la administración en cualquiera de ellas y que en los comercios o negocios privados cada cual elija la que prefiera… somos monolingüistas rabiosos; en cambio quienes imponen la lengua cooficial como única vehicular de la enseñanza (la famosa inmersión lingüística), los que rotulan las vías públicas sólo en ella o no facilitan impresos oficiales más que en ella (y en inglés, llegado el caso), los que convierten el conocimiento de esa lengua en un mérito predominante para cualquier cargo administrativo (hasta el punto de vedarlos a quienes no la dominen, aunque estén mejor preparados profesionalmente que los demás)… ésos son bilingüistas respetuosos e intachables. ¡Vaya, hombre!
También los pretextos para defender este exclusivismo (y los obstáculos a la lengua común) son curiosos, sobre todo en el terreno de la educación. Por ejemplo, según algunos la inmersión lingüística favorece la integración social e impide la formación de guetos: argumento proceloso, porque invertido serviría para imponer la lengua común como única en toda la educación pública, como ocurre en Francia. También hay quien se ampara en razones presupuestarias: será demasiado oneroso costear dos líneas educativas, por tanto sólo puede haber una… casualmente la que omite la lengua común. Me recuerda el chiste del viajero que, cuando el tren para en una estación unos pocos minutos, llama desde la ventanilla a un muchacho que pasea por el andén: “Por favor, chico, toma diez euros y tráeme un bocadillo de jamón de la cantina… con lo que sobre puedes comprarte tú otro”. Al rato, el mozo vuelve masticando ufano su bocadillo: “Oye ¿y el mío?” “Lo siento, no había más que para uno”.
Dejo de lado, por razones higiénicas, el caso de quienes como el gallego Suso de Toro y bastantes otros nos han atribuido razones xenófobas y hasta genocidas. Podría uno sentirse ofendido por tales dicterios, pero yo creo que no hay injuria en lo que sale de boca de los tontos y de los niños… y es evidente que Suso de Toro y demás compadres son rematadamente niños. En realidad, salvo por la virulencia, no me chocan demasiado los rugidos de los intelectuales nacionalistas o para-nacionalistas, que en estas cuestiones suelen ser bastante maximalistas y poco dados a matices. En cambio no deja de parecerme mal síntoma para nuestra democracia que bastantes intelectuales no nacionalistas (cuyas alarmadas confidencias contra los estragos del provincianismo separatista he compartido tantas veces) no se hayan decidido finalmente a suscribir un manifiesto que parecía hecho a la medida de sus habituales reclamaciones. Se me ocurren varias explicaciones para este abstencionismo a menudo vergonzante. Primera y más elemental, los apremios de la supervivencia: los que trabajan en medios de comunicación radicados en autonomías de predominio nacionalista o cercanos ideológicamente a los intereses gubernamentales (que por el momento parecen proclives al nacionalismo salvo en cuestiones de financiamiento autonómico) no quieren “significarse” –como me reprochaba mi madre que yo hacía durante el franquismo– para ahorrarse problemas laborales o de convivencia. Pueden ser simples aprensiones, pero no está el panorama económico del país como para correr riesgos. Pero ¿y aquellos otros cuya posición en el ranking de ventas les excluye de esos temores tan vulgares? Les haré una confidencia: la mayoría de los intelectuales que conozco, incluso los más anticlericales, pertenecen a la orden mendicante. No mendigan dinero, no, pero sí reconocimiento público, honores, academias, espacio preferente en los suplementos literarios o en los programas de radio y televisión más atendidos. Quieren ser no sólo muy vistos sino también bien vistos, al menos por parte de las fuerzas vivas. De modo que tienen buen cuidado de no desagradar nunca a los “suyos”, para asegurarse al menos un canal de homenajes. Muchos de ellos son admirables por su arte y talento, pero padecen esa infantil debilidad, casi conmovedora. Tomar una actitud que les indisponga a la vez con las autoridades nacionalistas y estatales, así como con gran parte de la izquierda y hasta de la derecha, es pedirles demasiado. ¿Y si les confunden con los de la acera (política) de enfrente y se les olvida en el reparto de galardones o aplausos? En fin, cosas humanas y comprensibles aunque también –como casi todo lo comprensiblemente humano– algo tristes.
En resumen: el Manifiesto reivindica el derecho de los ciudadanos españoles a utilizar su lengua común –históricamente asentada y constitucionalmente reconocida– en todo el país, tanto para expresarse, para educarse, para informarse o para relacionarse con la administración, sin perjuicio del reconocimiento del derecho a usar igualmente las otras lenguas cooficiales en sus regiones respectivas. Y además resalta la importancia de que exista una lengua común como vehículo de funcionamiento democrático y garantía de unidad del Estado de Derecho, frente a los pujos disgregadores de las ideologías etnicistas o de los simplemente aprovechados que buscan ventajas en el juego colectivo. En vez de insultos soeces o subterfugios bizantinos, los firmantes del Manifiesto agradeceríamos explicaciones de por qué este planteamiento es erróneo o nocivo. También sería muy oportuno que los partidos políticos se definieran al respecto y, si están de acuerdo con nuestra propuesta, la apoyaran parlamentariamente y dejaran claros los derechos y deberes al respecto para el futuro. Creemos que este asunto no sólo es de interés en España, sino también en toda Hispanoamérica. Para los ciudadanos de esos países, nada más interesante que una nación europea –vinculada a ellos por múltiples lazos– donde pueden comunicarse, estudiar, negociar o trabajar en su propia lengua. Y al revés, naturalmente: no deja de ser significativo que muchos de los que en España se muestran remisos o claramente hostiles ante la lengua común (porque aquí el beneficio económico y político se saca del compadreo con los nacionalistas), en cuanto cruzan el charco se convierten en fervorosos adalides del español, porque eso es precisamente lo que resulta más rentable allí para escritores, editores, empresarios y políticos. Porque no sólo tenemos una lengua común en España, sino que también es válida para una comunidad mucho más ancha y populosa, a uno y otro lado del gran océano. Quien nace acá o allá dentro de esa comunidad tiene la oportunidad de recibir desde el comienzo una herramienta verbal que le abrirá unas perspectivas y le ofrecerá posibilidades que muy pocas otras lenguas pueden mejorar. Es un verdadero atropello social y cultural regatearle esa riqueza por cualquier pretexto de mezquindad sectaria.~


© EDITORIAL VUELTA 2008 / TÉRMINOS Y CONDICIONES DE USO

jueves, 9 de octubre de 2008

El francés Jean-Marie Le Clézio, Nobel de Literatura

La Academia Sueca premia la aventura poética del novelista, decimocuarto escritor galo que recibe el galardón

"El escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante", así califica la Academia Sueca la obra del nuevo premio Nobel de Literatura, el francés Jean-Marie Le Clézio (Niza, 1940). En 45 años de oficio, Le Clézio, un gran viajero fascinado por los mundos primarios, ha escrito una cincuentena de libros cargados de una gran humanidad, señalan los medios franceses. "Como todos los premios literarios, [el Nobel] significa ganar tiempo, resurgir, tener más ganas de escribir", ha declarado en la radio France Inter Le Clézio antes saberse premiado.

DOCUMENTO (PDF - 159,02Kb) - 09-10-2008

Fundación Nobel

A FONDO
Sede:
Estocolmo (Suecia)

Ver cobertura completa

· ------------------------------------


El autor considera que el galardón es "una respuesta" y señala que "escribe para ser leído y ser respondido". Le Clézio sonríe cuando se le insinúa que este premio le inscribirá con mayor presencia en la historia de la Literatura: "Todo eso es relativo, no hagamos de esto algo demasiado grande".

En cuanto a su hipotético discurso de aceptación del premio, Le Clézio asegura que le gustaría que versara sobre las dificultades que tienen los jóvenes para que les publiquen, o las que tiene un autor que escribe en lengua criolla para traducir su pensamiento al francés y encontrar un editor fuera de su isla. "Por qué todo es tan difícil cuando uno vive lejos de un país grande, de un país con dinero", se preguntaba el Nobel minutos antes de saber que iba a ser premiado.

"Esta bien escribir novelas, porque cambias de personalidad, te conviertes en otra persona. Es delicioso cambiar de personalidad totalmente; meterse en la piel de alguien de otra época, de otro sexo e identificarse completamente con esa persona", añade el escritor al hilo de su nueva novela Ritournelle de la faim, (El estribillo del hambre) que se publica estos días en Francia.

Carrera fulgurante

El flamante Nobel recibió mucha atención con su primera novela Le procès verbal, (El atestado, 1964). Por ella, con tan sólo 23 años, recibió el prestigioso premio Renaudot, una obra que definía su literatura existencialista, próxima a Georges Perec y Michel Butor, admirativa de Michel Foucault y Gilles Deleuze. Le Clézio se conjuró para intentar elevar las palabras "por encima del degenerado estado del discurso cotidiano" y restaurar el poder de éstas para invocar una realidad esencial, señala la Academia Sueca.

Su novela de debut fue la primera de una serie de descripciones de los tiempos crisis, que se incluyen en la colección de relatos La fiebre (1965) y El diluvio (1966), en las que señala los conflictos y el miedo reinantes en las principales ciudades occidentales.

Incluso en esta primera etapa, Le Clézio destacó como un autor comprometido con la ecología, una orientación que se acentuó con obras como Terra amata (1967) y El libro de las huídas (1969).

Espaldarazo definitivo

En 1980 recibe un nuevo espaldarazo al recibir el premio de la Academia Francesa por Désert (Desierto), un evocador relato del contraste entre la grandiosidad de las culturas perdidas del norte de África y la mirada de los inmigrantes indeseados en Europa. La proximidad con el norte de África le viene de su esposa Jemia, de origen marroquí, con la que contrajo matrimonio en 1975.

A partir de ese momento, Le Clézio comienza a centrar su obra en el universo amerindio, una cultura en la que profundiza a partir de la traducción de obras como Las profecías de Chilam Balam o El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido. La temática de sus obras cambia, se centra en viajes y en mundos desconocidos y comienza a tener un gran éxito de ventas. En 1994 una encuesta le señala como el mejor escritor francés vivo.

Con Le Clézio son ya 14 los escritores de nacionalidad francesa que obtienen el más alto galardón de las letras. Su nombre no estaba en las quinielas de los favoritos para el Nobel. A sus 68 años, el escritor recibirá un cheque de 10 millones de coronas suecas (1,02 millones de euros), el 10 de diciembre en Estocolmo. Jean-Marie Le Clézio en una imagen de archivo- DANIEL MORDZINSKI

© Diario EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200
© Prisacom S.A. - Ribera del Sena, S/N - Edificio APOT - Madrid [España] - Tel. 91 353 7900
AGENCIAS / ELPAÍS.com - París / Estocolmo / Madrid - 09/10/2008



Jueves, 9/10/2008

Lo outsider en el Perú y Latinoamérica

Por Miguel Ildefonso*

El narrador peruano, autor de La palabra del mudo, Julio Ramón Ribeyro, decía en una carta que en países como el Perú un escritor del tipo Charles Bukowski, "la actual coqueluche de los norteamericanos" como lo llamó, no podría surgir, o en todo caso solo excepcionalmente.
Es decir, un escritor que escribe con sus "tripas", lo que le pasa por su mente, de manera directa y brutal, vulgar y sin censuras, sin pretensiones de hombre de letras o pensador sutil, sin convenciones literarias, cívicas o morales.
Decía también que en Francia tampoco podría surgir un Bukowski porque existe allí una tradición muy acendrada. Volviendo a lo que nos compete, el problema, si es que lo es, del caso peruano o latinoamericano es que en estas sociedades solo las élites se dedican a la literatura. En el Perú hay que ser culto, letrado de "las bellas letras", para ser escritor. El que está al margen de estas parcelas, no tiene audiencia ni cabida; por ende, "no existe". Ribeyro decía también que en nuestras sociedades el asunto de "escribir bien" se debe al querer demostrar que se puede escribir tan igual o mejor que los escritores de los países llamados del primer mundo. Esta escritura culta demuestra dependencia, en los peores casos una mera imitación, una performance para demostrar que se es "un cunda", alguien culto y hábil.
Las explicaciones de Ribeyro obedecen a problemas profundos que están arraigados en sociedades como la peruana, que tienen que ver con la falta de una cultura democrática o con la división de una sociedad formal ante una inmensa masa informal. A partir de estos primeros alcances, podemos, entonces, entrar a lo que significa lo outsider en una sociedad como la peruana. Sin entrar en definiciones teóricas, y seguramente asociándolo a lo contracultural o lo marginal o lo underground, podríamos empezar por una vía rápida, ver cuál es lo opuesto, es decir, lo que se conoce como lo oficial o el establishment.
Un escritor que empieza se encuentra con todo un mecanismo de circulación mercantil del libro formado por diversos entes. Por un lado, las editoriales transnacionales y nacionales promueven a determinados autores, con ciertas tendencias en temáticas y lenguajes, a través de ferias de libros, librerías, encuentros literarios, concursos, antologías. Aun cuando surjan editoriales "independientes", es decir, pequeñas editoriales, estas aspiran a pertenecer al mercado globalizado de las medianas y grandes industrias, pues es aquí donde empieza la selección y la movilización de la mercancía.Esta dinámica no tendría la velocidad debida si no contara con el poder de los medios de comunicación: la prensa escrita, la televisión, la radio, la publicidad y la Internet (llámese blog, foros literarios, o la página web). El poder mediático, o la fama, compensa la ausencia de aura que tenía el escritor decimonónico. Pero ante el riesgo de caer en la trivialidad y la fugacidad del poder nacido de la tecnología, pervive aun la academia. El prestigio de lo académico, que nace de las universidades, revistas de crítica literaria, talleres, becas, seminarios, etc., existe para no olvidarse, por ejemplo, que alguna vez los poetas hablaban con los dioses, o eran sus intermediarios: los visionarios, los místicos, los salvaguardas del lenguaje y lo culto.
En el Perú, como en otros países, el centralismo determina lo que existe y no existe en literatura; este poder excluyente tiende a anular las manifestaciones de las provincias, o, en el mejor de los casos, las adoptan con la condición de no demoler sus cimientos. La brecha entre la urbe y el campo es muy grande en el Perú. Tal como lo veía Julio Ramón Ribeyro el elitismo es limeño, pero igualmente existe en las periferias de Lima, y en las capitales de las provincias respecto a sus periferias. En cada nivel existen sus propias pugnas. Esta visión centralista de nuestras sociedades post coloniales, reduccionista o elitista, es la que da un carácter más complejo a lo que puede significar lo outsider, pues sobrepasa grandemente a lo literario, pertenece a nociones como, por ejemplo, el problema de la identidad nacional, o a aquellos proyectos de la construcción de un tipo de nación, que en el Perú se desarrolló teóricamente con José Carlos Mariátegui o el indigenismo. La dicotomía surgida de este modo de pensar se hizo pública hace poco con el debate entre narradores criollos y andinos.La conjunción de la actividad de estos elementos deviene en la construcción de un modelo de escritor, en el escritor profesional de éxito, que en el mundo mercantil viene a ser toda una marca, con agentes, socios, club de fans. Es el escritor presto que opina de todo, que comparte gustos con otros escritores profesionales de éxito, que está al día con los últimos libros y con los que aún están por salir. Es el escritor cosmopolita con la capacidad de acceder a todos los circuitos culturales y a todas las fuentes del conocimiento.
Entonces, ¿a qué llamamos outsider en Latinoamérica? ¿El escritor outsider es todo aquel que simplemente no pertenece o participa de esos poderes y ejercicios de la oficialidad? ¿O es el que parte fundamentalmente de una actitud de negación o de una postura contestataria? ¿Se nace o se hace un outsider? Un equivalente en peruano a esta pregunta sería: ¿Se nace o se hace uno andino o criollo?Las preguntas son muchas: ¿El outsider es quien tiene ideas anarquistas o de izquierda? ¿Un conservador puede ser outsider? ¿Se es outsider en cuanto a la temática (o sea lo sórdido de su mundo o si lo que escribe está fuera de moda), o en cuanto al lenguaje que utiliza (el vulgar o el demasiado especializado), o en cuanto a su ideología (su no identificación con grupos o su posición polémica), o en cuanto a la editorial en que publica (con malas ediciones, de escaso tiraje, con sellos desconocidos)? ¿O el outsider es porque viste de tal manera, tiene el cabello de tal manera, bebe en cantidades industriales, se droga? ¿Lo outsider es una pose, es una esencia, es un destino? ¿El outsider es por culpa del propio escritor o del sistema? O lo que es lo mismo: ¿lo outsider nace de la obra o del escritor? ¿O lo outsider existe por reacción a la oficialidad?Responder a estas cuestiones nos llevaría a largos debates, en los que se citarían muchísimos casos de escritores que romperían con toda clasificación definitiva.
El que es outsider a su pesar, quizás es porque, entre otras causas, no tiene el debido talento o porque lo tiene en demasía pero patina en algo o carece de algún otro requisito que le impide acceder al establishment. O porque el establishment no tiene aun la suficiente inteligencia para reconocerlo y adquirirlo. A Bukowski le vino el aplauso, la fama, el dinero y las mujeres bellas, cuando ya era un escritor cuajado y macerado en el alcohol. Al propio Ribeyro le empezó a llegar el debido reconocimiento internacional en los postreros años de una vida curtida por el tabaco que le causó un cáncer pulmonar.Yo sospecho que un escritor outsider es un escritor como muchos y como pocos, un escritor tan feliz o infeliz como uno oficial, pues la literatura se elige, no se padece.
Lo outsider y su contraparte son categorías que siempre han existido. Son dos formas distintas de asumir el oficio literario. Dos posiciones políticamente distintas. Ni una ni otra asegura la inmortalidad de la obra, que es la aspiración más importante de todo escritor serio. Ninguna postura, ningún privilegio, nada asegura la inmortalidad de un libro, lo dice Vargas Llosa, el escritor más exitoso del Perú. Podrán ser situaciones históricas en el ejercicio de la literatura que juegan un rol en la formación del escritor, pero no necesariamente la determinan. La rebeldía es la condición para lograr esa trascendencia que busca todo escritor con su obra. La rebeldía te permite romper los esquemas que conforman tu realidad, y crear tu propio modelo. Por lo tanto, en esencia o en espíritu, todo escritor debería -en cuanto a lo rebelde- ser un outsider.

* Texto leído el pasado martes 23 de septiembre en La piedra en el charco.En la foto: Miguel Ildefonso, Andrea Cote, Diego Trelles y Yolanda Castaño.

La piedra, el charco y la palabra -


Los tres días (23-25 de septiembre) del Primer Encuentro de Jóvenes Autores en Español, La piedra en el charco, título proveniente de Juan Carlos Onetti, fueron una excelente oportunidad no solo para conocer lo que se está haciendo actualmente en literatura joven en España y Latinoamérica, sino para compartir nuestras experiencias y nuestras obras. Comandados por los organizadores Ignacio Escuín, Diego Palmath y Eduardo Fariña, fuimos llegando de diferentes lugares a la ciudad de Teruel, que según reza el dicho "no existe". Al bajar del bus en esta bonita ciudad me pregunté: "¿y cómo sería si existiera?". Ciudad de los Amantes de Teruel, de la Batalla de Teruel, de los mejores jamones de la península, etc. Fui conociendo su historia gracias al escritor turolense Evaristo Torres. Y allí me reencontré con la poeta Andrea Cote (Colombia) ("A las cuatro y cuarto/ entre los viajantes de Chinatown./ le digo:/ Yo sobreviví al terremoto y al agua./ Soy 1979 partiéndose en dos/ y lo que usted piensa ahora mismo,/ también lo soy. / Soy una muchacha suave/ - soy china/ Como esa que cree usted/ se vería mejor callada/ y despeinada/ en otra parte/ y no aquí,/ que se vería muy bien desnuda/ y estirada/ en un cuadro de Modigliani."). Y con los peruanos Martín Rodríguez-Gaona, Diego Trelles y Reinhard Huamán Mori, de quien presenté en el segundo día su poemario El árbol, ("soledad del fuego/ y la caída de las/ hojas/ sus primeras migraciones/ - entonces/ ni la tierra ardía/ como leño recién cortado"). Y, por supuesto, tuve la grata experiencia de hablar mucho con el gran escritor Alfredo Bryce Echenique.Para tener una visión resumida y sobria de lo que fue el evento pueden entrar a esta página. Y también a esta de aquí.Espero que se realicen muchos encuentros como este; que, a través del charco, existan no una sino muchas piedras, y que las piedras formen un puente para todos. Y seguir intercambiando nuestros conocimientos y experiencias, como lo hice yo con: Oscar Pirot (México D.F.) ("Pero con gesto pueril/ nos largamos a la ducha/ sin saber que a diario/ un cadáver ensaya nuestra muerte."), Yolanda Castaño (España) ("Soy yo la mujer que ahora ocupa esta casa/ en la que exististeis, Olga, Elba,/ desde que se abrieron para mí con los pies descalzos/ sus labios de actriz que no me aman."), Vicente Muñoz Alvarez (España), autor de Monstruos y prodigios, Francisco Vejar (Chile) ("Ha muerto Joseph Brodsky/ En nuestro barrio alguien tocaba un anacrónico piano de cola/ Y se encendía la luz de melodías cansinas/ Esos días no entran en el calendario."), Dolan Mor (Cuba) ("Recuerdo una noche/ de diciembre que escuchábamos/ sangrar una melodía/ de To Mego Therion./ Al terminar de ir el disco,/ dijiste que ibas a morir/ esa noche, que te ahorcarías/ de una farola, igual que Nerval."), Gabriela Alemán (Ecuador), autora de Poso Wells, Juan Soros (Chile) ("Ella guarda mensajes para ti para mí./ Entrega mensajes como paloma mensajera./ A nadie consulta, a nadie habla.// Ella esta enferma. Moribunda. // Bella mano moribunda.// Mano que tienes que decir, mano/ hermana."), Carmen Beltrán (Logroño, España) ("No hundáis vuestros colmillos de hiena/ en su piel inocente,/ en sus miradas confiadas,/ en su esperanza./ No hagáis daño a los míos./ Dirigid vuestro odio a los vuestros,/ inoculad el mal en/ vuestros selectos círculos."), Enrique Cabezón (Logroño, España) ("así era el breve amor de entonces/ como olas/ se iba enrollando y parecía tan extenuado/ y grande/ que cuando se fue el temblor/ y vino otro/ y otro/ el pudor se hizo un hueco en nosotros/ para siempre."), vocalista del grupo metal En blanco, y que saca el fanzine literario La papelera, y dirige, con un grupo de poetas de Logroño, las ediciones del 4 de Agosto y la colección de libros breves Planeta Clandestino (que pronto yo sacaré en Perú también, misma franquicia), y este blog. Y con todos los que estuvieron en este I Encuentro La Piedra en el Charco. No alcanzarían diez páginas de crónica para contarlo. Luego de viajes a Zaragoza, en donde participé de una lectura, luego de Logroño, de Barcelona, me encontré en Madrid con los poetas peruanos Juan José Soto y Nora Alarcón, pasando mi última noche entre cucu cumbias y huaynos. Me despedí de la uva, me despedí de la oliva, la luz del sol cuando toca una lágrima se vuelve río, Ebro de raíz y molinos, dejando el Café Moderno Bar, cruz y palacios, cortados por postes y el avión de vuelta al otro lado del charco, que ya no será nunca el otro lado.En la foto: Mario Véjar, Francisco Véjar (ambos de Chile), Alfredo Bryce, Miguel Ildefonso y Diego Palmath, peruano co-organizador del evento.

jueves, 2 de octubre de 2008

ENTREVISTA A CARLOS FUENTES

El novelista que no quiere aplaudir

Va a cumplir 80 años, lo homenajea todo México, y él sigue escribiendo. Acaba de publicar La voluntad y la fortuna a 50 años de La región más transparente, que en 2009 reeditará la Real Academia Española. Convertido ya en un clásico, el escritor mexicano insiste en defender la función social, incómoda, de la literatura. Y dice que aspira a que su obra sea "una comedia humana" mexicana.

Por: Mónica López Ocón

Carlos Fuentes es más que un escritor, es una verdadera institución de la cultura. El 2008 es un año muy significativo tanto en su historia personal como en la historia de la literatura latinoamericana. En efecto, se cumplen 50 años de la aparición de La región más transparente , una novela que conmocionó el panorama literario y que se convirtió en un clásico. El 11 de noviembre, además, Fuentes cumple 80 años, un hecho al que prefiere restarle importancia, pero que ha sido el disparador de una serie de actividades –coloquios, presentaciones de libros, conciertos, obras de teatro– que tienen el carácter de homenaje nacional a su obra y a su trayectoria. A esto se suma la reciente aparición en México y la inminente aparición en la Argentina y en otros países de América latina (el 6 de octubre) de La voluntad y la fortuna. Se trata de una novela monumental, tanto por la extensión como por el propósito de narrar gran parte de la historia de México a través de las historias personales de Josué Nadal y Jericó, cuya relación será al principio fraternal y enriquecedora como la de Cástor y Pólux, y luego violenta y destructiva como la de Caín y Abel. Quien narra la historia es la cabeza cortada de Josué, que yace en una playa del Pacífico.

A Fuentes, Londres le parece el lugar adecuado para preservarse de la efervescencia y los trajines del próximo homenaje y para continuar con su vida metódica, con horarios estrictamente establecidos para escribir, para leer y para ir al cine o al teatro. Considera que la disciplina es una obligación de todo escritor. Sin embargo, se hace tiempo también para mantener una larga entrevista telefónica en la que prefiere pasar por alto las fechas conmemorativas y el cumpleaños. Está demasiado ocupado en múltiples proyectos como para tomarse en serio los caprichos el calendario.

¿Cómo vive la agitación cultural que hay en este momento en torno a su figura?
¿Qué cómo la vivo? Pues mire, estoy muy tranquilo escribiendo aquí, en un cuarto piso, en la ciudad de Londres.
Pero mientras usted escribe, tranquilo, en Londres, en México se preparan los homenajes que se realizarán y que lo tienen como protagonista.
Sí, es cierto. Mi cumpleaños será un día de celebración y todo lo demás son mesas a las que asistirán escritores de todo el mundo que tratarán distintos temas. Se ocuparán de la novela, del cine, el arte, la política y muchos otros temas. No se ocuparán de mí. Sólo soy un pretexto. Las mesas redondas tratan temas importantes y objetivos.

Para el año que viene, además, está prevista una edición de "La región más transparente" que estará a cargo de la Real Academia Española. Eso también es parte de los homenajes por sus 80 años. Me parece que usted es algo más que un pretexto.
Sí, puede ser, pero no me insista tanto con lo de los 80 años, mire que yo tengo sólo 60. (Se ríe) Sí, la Real Academia ha comenzado con una edición de El Quijote, luego de Cien años de soledad y ahora siguen con La región más transparente que cumple 50 años de su publicación. El motivo es la novela, no yo.

Pero algo ha tenido que ver con "La región más transparente".
(se ríe) pero sólo un poco.

Su última novela, "La voluntad y la fortuna", es una obra ciclópea, un enorme mural literario. El esfuerzo de escribir una obra así habla del empuje no ya de un hombre de 60, como usted, sino de uno de 40.
(Se ríe) Sí, haga de cuenta que he escrito mi primera novela. Porque para escribir hay que sentirse así, con fuerza. No hay que decir "ya escribí tal cosa" o "ya tengo tal edad". Cada novela hay que escribirla como si fuera la primera. En síntesis, hay que asumir riesgos. Asumí muchos riesgos con La región más transparente .

¿Cuáles?
Fue una novela muy criticada, muy vapuleada, muy maltratada. Luego, se convirtió en un clásico, pero al principio no fue así. Creo que hay que escribir a contrapelo, no hay que seguir las reglas, sino violarlas.

¿Qué significaba "violar las reglas literarias" hace 50 años, cuando usted escribió "La región más transparente"? Por ejemplo, escribir sobre la ciudad de México, que nunca había sido el personaje real de una novela. Había habido sí, menciones, escenas en la ciudad, pero básicamente la novelística mexicana era una novelística del campo, de la revolución. Me di cuenta de que esta novelística había llegado a su cima con el insuperable Pedro Páramo de Juan Rulfo, que es la mejor novela mexicana de todos los tiempos. No era posible ir más allá en la temática que había empleado Rulfo. "Caramba, me dije, estoy viviendo en una ciudad –en ese momento tenía cinco millones de habitantes– y no hay una novela que sea comparable a Manhattan Transfer de John Dos Passos o a Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin, es decir, a novelas que tratan a la ciudad como personaje. Este era un desafío que sentí que debía asumir. Me embarqué en eso a los 25 años, la terminé a los 28. Y ahí ve usted cómo comencé a escribir novelas a partir de una necesidad que para mí era muy importante y que consistía en darle cuerpo literario a mi ciudad.

¿Cree que "La voluntad y la fortuna", una novela urbana por excelencia, es la culminación de "La región más transparente"?
No, espero que no. Yo nunca siento que culmino nada, no puedo aceptarlo. Tengo muchos proyectos en la cabeza y los quiero desarrollar. Como le dije, en esa novela hablaba de una ciudad que tenía cinco millones de habitantes cuando el país tenía 20 millones. Hoy, el país tiene 110 millones y la ciudad tiene 20 millones. De modo que en un mundo en transformación no puedo saber qué voy a escribir dentro de diez años.

Leí quedijo que "La usted voluntad y la fortuna" era su mejor novela. ¿Lo considera así?
Me parece difícil que haya dicho algo tan contundente. Considero que mi obra es un todo, no hablo de novelas individuales. Tengo algunas mejores que otras. Algunas son como chicas muy bonitas. Otras son bizcas, tuertas o les falta pelo. Es que yo soy en ese sentido un escritor muy balzaciano y trato de hacer una gran comedia mexicana que abarque muchos aspectos, muchas discusiones, muchas investigaciones, muchos riesgos literarios, por lo que siento que no llego a metas, sino que estoy metido en un proceso creativo continuo.

¿"La voluntad y la fortuna" es, entre otras cosas, una novela de iniciación?
Sí, lo es, en la medida en que Caín y Abel son personajes iniciáticos. En La Biblia, Caín y Abel son hermanos enemigos. Este es uno de los grandes temas de la literatura y de la religión. Esto demuestra una cosa: que, como dijo el crítico ruso Vladimir Propp, no hay más que diez o doce temas: los hermanos enemigos, la rivalidad entre padres e hijos, el hijo pródigo, el retorno al hogar, la pareja... Son todos temas clásicos y lo único que importa es cómo se tratan.

¿Cuál es la razón del título de la novela?
Es un homenaje a Maquiavelo, quien radica su filosofía en la voluntad del príncipe, la necesidad del príncipe y la fortuna, la buena suerte, en la cual no confía mucho porque dice que es como las mujeres. Era un tanto misógino. Titulé la novela La voluntad y la fortuna porque por ella corre mucho la vena maquiavélica. Los personajes leen a Maquiavelo, lo estudian, hablan de él en un momento dado. Su filosofía política ilumina con una luz oscura esta novela.

¿Es inevitable que una relación de hermandad como la de Cástor y Pólux, que es la que tienen los dos personajes principales en el comienzo de la novela, devenga en una relación de odio como la de Caín y Abel?
No es inevitable, pero sucede y es útil literariamente, a los efectos de la ficción. No es que yo me la haya propuesto de antemano, sino que la novela me llevó naturalmente hacia esa rivalidad final.
Usted relaciona esta pareja bíblica con la historia de México. ¿En la Historia se dan necesariamente el desencanto y la traición?
Lo que sucede es que los escritores somos los malos bichos de la sociedad. No estamos para decir "¡Ay, qué bien van las cosas. Aplauso, aplauso. Qué maravilla todo!", sino para decir "Cuidado, las cosas andan mal y se pueden hacer mejor". Desconfíe usted del escritor que aplaude y dice "qué maravilla mi sociedad, mi gobierno." No, estamos en el mundo para ejercer una función crítica en el sentido más noble de la palabra, no sólo como crítica adversa, sino también como crítica constructiva o crítica que señale una realidad paralela a la realidad que vivimos todos los días. Don Quijote de la Mancha nunca existió, Hamlet no existió, pero hoy quién puede entender el mundo sin Don Quijote y sin Hamlet. Antes de ellos el mundo era otro, de modo que la creación de esta realidad paralela es el mayor ejercicio crítico e imaginativo que nos da la literatura.

También sus personajes parecen haberse instalado en el mundo. De hecho, migran de unas novelas a otras. En "La voluntad y la fortuna" reencontramos a Artemio Cruz , a Barroso, a Federico Robles.
Sí, vienen de otras novelas y van a novelas futuras. Esa es la influencia de Balzac. Desde que lo leí, a los 18 años, me fascinó mucho el retorno de los personajes. Los destinos de Goriot, de Vautrin van tejiendo una especie de gran diorama social, literario y espiritual de la sociedad de su tiempo. Le debo mi cultura literaria básicamente a tres escritores: Balzac, Cervantes y Faulkner. Son los tres en los que me he inspirado más y que me han inspirado más.

Sus referentes literarios y su forma de escribir desafían todo lo que se ha dicho sobre la novela contemporánea. Por ejemplo que ha muerto o, por lo menos, que ha perdido su lugar para contar grandes ciclos históricos y que su único reducto es lo íntimo, lo pequeño.
Convivo con la teoría de la muerte de la novela desde hace medio siglo y la desmiento totalmente. Primero la mató la radio, después el cine, luego la televisión. Nada de esto es cierto. Aunque sea leída por una minoría y haya pocos novelistas en el mundo, no importa. Esos islotes son como la isla de Elba para Napoleón. Más que ser reductos inviolables son reductos donde se crean, lo repito, realidades paralelas, realidades incómodas, realidades que no tienen que ver con el confort porque somos seres trágicos. La novela también tiene valor de advertencia para que no nos conformemos con lo que tenemos.

Es decir que usted sigue creyendo en la misión social del escritor.
Creo que el principal deber del escritor tiene que ver con la imaginación y con el lenguaje y no le recrimino a nadie que no vaya más allá del ejercicio de ambas cosas. Pero algunos de nosotros tenemos tentaciones políticas y sociales y también está bien que así sea. Lo que quiero decir es que la función social y política de la novela se cumple en la novela misma a través de la fuerza de la imaginación y del lenguaje. Se piensa que las novelas pueden ser banales en relación con lo social, pero no es así. ¿Qué es lo primero que hace un dictador, como Hitler, al llegar al poder? Quemar libros. Pues entonces los libros no son tan poco importantes como se pensaba antes de la llegada del dictador.

En su última novela habla del mundo como cárcel y de la cárcel como mundo. ¿La utopía es una forma de salir de esa cárcel?
La utopía es una forma de proyectar luz en la cárcel, pero no asegura que salgamos de ella. No salimos de la cárcel porque finalmente vamos a morir todos. Por definición, las utopías no se cumplen porque si se cumplen, dejan de ser utopías.

Entonces somos todos un poco como uno de los personales de "La voluntad y la fortuna", Miguel Aparecido, que permanece en la cárcel por propia voluntad.
(Se ríe). No todos. Miguel Aparecido tiene buenas razones para permanecer encarcelado. Es posiblemente el personaje que más quiero de la novela. Le tengo mucho afecto y siento mucho interés por él.

¿Por qué?
No lo sé, por el personaje mismo, por esta decisión suya de optar por la prisión y no por la libertad y por encontrar en la prisión su libertad. Además, por ser el depositario de una serie de historias del pasado.

También menciona el tema de la televisión. Entre este medio de comunicación y los intelectuales hay un vieja pugna. ¿Qué piensa usted al respecto?
Que puede ser muy buena. Una de las razones que tengo para estar en Inglaterra es que la televisión aquí es muy buena. El programa más divertido son los debates del parlamento inglés, una extraordinaria telenovela. Lamentablemente, aunque puede ser muy buena, generalmente es mala. Acabo de estar en Italia, donde Berlusconi domina la televisión y entonces lo que se ve es basura. Debo admitir, sin embargo, que lo único que miro son películas viejas y noticieros, porque quita mucho tiempo y yo necesito leer y escribir. Si me planto frente al aparatito, puedo volverme idiota.(Se ríe)

Tiene un poder hipnótico.
Claro, porque apretamos un botón y parece que el mundo desfila ante nosotros y entonces nos creemos inteligentes.

También en su novela habla de México como de una "narconación". ¿De qué manera cree que la irrupción de los carteles ha modificado el panorama político en su país y el mundo?
México tuvo un momento político de mucha violencia con la Revolución, pero luego con el PRI y con la democracia, fue un país con problemas, pero más o menos tranquilo. Ahora, cuesta salir a la calle porque hay una narconación, una presencia de los narcos en diferentes áreas que hace peligrosa la vida. Por eso estoy a favor de que se despenalice la droga y eso sólo se puede lograr si la despenalizan los Estados Unidos. Los narcotraficantes mexicanos son pigmeos, gente muy menor que lo único que hace es mandar droga al otro lado de la frontera para el gran consumo norteamericano que es donde se gana el dinero. Mientras los EE.UU. tengan demanda de droga, México les va a dar droga. Cuando dejen de hacerlo, el problema de la droga se acabará en México. La cosa es así de sencilla y así de difícil, porque cómo un gobierno norteamericano va a despenalizar la droga cuando todo el puritanismo y el protestantismo americano va a poner el grito en el cielo. Por eso propongo que México junto a otros seis o siete países despenalice la droga. Quizás haya más drogadictos, pero no va a haber más narcos. Cuando se despenalizó el consumo de alcohol siguió habiendo borrachos, pero ya no hubo Al Capones.

También hace referencia en su novela a la globalización. ¿De qué modo cree que influye sobre las identidades nacionales, sobre todo en un país con una identidad cultural tan marcada como México?
La globalización se refiere al movimiento de bienes, de valores monetarios, de cosas, pero no al movimiento de personas, cosa que me afecta mucho porque soy de un país de trabajo migratorio hacia el norte. Mientras no haya un proyecto internacionalista que someta a ley la globalización, esta va a causar grandes estragos. Necesitamos una globalización del trabajo, pero sobre todo, de las relaciones internacionales de acuerdo con leyes claras del derecho internacional. Ha habido un interregno fatal de unilateralismo luego de la caída de la Unión Soviética y de la prepotencia, ceguera y estupidez del gobierno de "Bush chico". Eso se está acabando. La crisis bancaria de los Estados Unidos pone fin a la idea de crear un gobierno de libre empresa sin reglas. Ya vimos de qué sirve el mercado sin reglas.

Volvamos a la literatura. En la novela cita la conocida frase de Wilde de que el arte es 10 por ciento de inspiración y 90 por ciento de transpiración. ¿Es cierto que tiene una disciplina espartana para escribir?
Soy muy disciplinado, sí. Me levanto a las seis o siete de la mañana y escribo cuatro o cinco horas. Luego, por la tarde, leo también cuatro o cinco horas y por la noche me voy al cine o al teatro con mi esposa. Creo que el primer deber de un escritor es la disciplina.

¿Por qué no usa PC?
Porque no hay nada que reemplace la sensualidad de la pluma sobre el papel.

Fuentes Básico

Panamá, 1928.

Escritor Hijo de diplomáticos, Carlos Fuentes creció viajando. Durante su infancia y juventud vivió en Suiza, Ecuador, Uruguay, Brasil, Chile, Argentina y Estados Unidos. En la adolescencia regresó a su país, que marcó definitivamente su obra. En 1955 fundó con Emanuel Carballo y Octavio Paz la ya mítica "Revista Mexicana de Literatura". En 1964 empezó una relación de amistad con Gabriel García Márquez, los dos representantes más notorios del boom latinoamericano, junto con Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar, a quien Fuentes frecuentó durante sus años de residencia en París. Entre los títulos más importantes de su obra narrativa, que profundizó en la identidad cultural de México, se destacan La región más transparente (1958), La muerte de Artemio Cruz (1962), Aura (1962), Zona sagrada (1967), Cambio de piel (1967), Terra nostra (1975), La cabeza de la hidra (1979), Agua quemada (1981), Gringo viejo (1985), Cristóbal Nonato (1987), En esto creo (2002) y La silla del águila (2003). En 1987 recibió el Premio Cervantes y en 1994, el Premio Príncipe de Asturias.

Homenajes y ediciones de un clásico hispánico

Desde 2004, la Real Academia Española inició una serie de ediciones conmemorativas de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos. Primero fue la edición "popular" del Quijote en el IV Centenario de esta obra y continuó con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, en la que se incluyeron ensayos de renombrados intelectuales, entre ellos, Carlos Fuentes. Ahora será el turno del mexicano. La RAE prepara para el próximo año (se publicaría en febrero de 2009) una edición en homenaje a los 50 años de la publicación
de La región más transparente. Será, como todas las ediciones hasta ahora, de tapa dura y precio económico e incluirá (aunque todavía no trascendieron los nombres) el análisis de escritores y ensayistas. En tanto, se ajustan los detalles para las celebraciones que se realizarán en la Ciudad de México a partir del 11 de noviembre, y que tendrán como invitados a García Márquez,Arturo Ripstein, Silvia Iparraguirre, Tomás Eloy Martínez y Nadine Gordimer, entre otros.

CARLOS FUENTES. A 50 años de la región más transparente, acaba de publicar una novela que vuelve a retratar la realidad urbana de México.

Norman Mailer

Anticipo La literatura por dentro


La lección de Mailer


En los próximos días se distribuye Un arte espectral (Emecé), el testamento literario de uno de los mayores narradores del siglo XX: el estadounidense Norman Mailer. Bitácora de un escritor y manual sobre el ofi cio, este libro analiza los misterios técnicos de la novela y muestra el ajuste de cuentas de un creador inigualable con la pasión de toda su vida.


Por Norman Mailer


Estilo


El estilo, por supuesto, es lo que todo buen autor joven busca adquirir. En el acto del amor, su equivalente es la gracia. Todos lo quieren, ¿pero quién puede encontrarlo trabajando directamente hacia la meta?


En mi caso, Advertencias a mí mismo fue el primer libro que escribí con un estilo que pudiera llamar propio, pero no lo empecé hasta 1958, diez años después de que se publicara Los desnudos y los muertos . En el medio habían llegado Costa bárbara y El parque de los ciervos , y no quería tener otra vez dos novelas tan difíciles de escribir.


No sabía lo que estaba haciendo. Aparte del vértigo que ataca a cualquier atleta, actor o joven empresario que tiene un éxito inicial enorme, yo tenía mi propio problema particular, una preciosura: no conocía mi oficio . Los desnudos y los muertos había sido escrito a partir de lo que podía aprender de leer a James T. Farrell y John Dos Passos, con buenas dosis de Thomas Wolfe y Tolstoi, más tintes homeopáticos de Hemingway, Fitzgerald, Faulkner, Melville y Dostoievski. Con semejante ayuda, fue un libro que se escribió solo.


Yo sabía, sin embargo, que no era un logro literario. Había hecho un libro con un estilo general prestado por muchas personas y no sabía lo que tenía por decir yo mismo. Aún no había tenido suficiente de mi propia vida. Incluso podría adelantarse la idea de que el estilo les llega a los autores jóvenes más o menos en la época en que reconocen que la vida también está dispuesta a herirlos. Hay algo allá afuera que no es necesariamente engañoso. Eso explicaría por qué autores que estuvieron enfermos en la infancia casi siempre llegan temprano en su carrera como estilistas desarrollados: Proust, Capote y Alberto Moravia son tres ejemplos; Gide ofrece otro. Esta noción explicaría, por cierto, el desarrollo temprano y completo del estilo de Hemingway. Tuvo, antes de cumplir los veinte, la sensación inconfundible de estar herido, tan cerca de la muerte que sintió que su alma se deslizaba fuera de él y después volvía.


El joven autor promedio no está así de enfermo en la infancia ni es tan duramente golpeado por la vida temprana. Sus pequeñas muertes sociales son equilibradas a veces por sus pequeñas conquistas sociales. Así que escribe en el estilo de otros mientras busca el propio, y tiende a buscar palabras más que ritmos. En su apuro por dominar el mundo (raro es el escritor joven que no sea un pendejo consumado), también tiende a elegir sus palabras por su precisión, su capacidad de definir, su acción acrobática. A menudo su estilo cambia de escena a escena, de párrafo a párrafo. Puede conocer un poco acerca de crear atmósferas, pero la esencia de la buena escritura es que instala una atmósfera tan intensa como la de una obra teatral y después la altera, la amplía, la conduce hacia otra atmósfera. Cada frase, precisa o imprecisa, jactanciosa o modesta, cuida no meter un dedo hiperactivo a través del tejido de la atmósfera. Tampoco las frases se vuelven tan vacías de cualidad personal como para que la prosa se hunda en el suelo de la página. Es un logro que llega por haber pensado en la vida de uno hasta el punto en que uno la está viviendo. Todo lo que pasa parece capaz de ofrecer su propia suma al autoconocimiento. Uno ha llegado a una filosofía personal o ha alcanzado incluso esa rara meseta donde está atado a su propia filosofía. En esa coyuntura, todo lo que uno escribe proviene de la atmósfera fundamental propia.


Un desarrollo semejante debe de haberse producido en mí en los diez años pasados entre la publicación de Los desnudos y los muertos y el comienzo del trabajo en Advertencias a mí mismo . En todo caso, se convirtió en el libro en el que traté de separar mi bilis espiritual legítima de mi autocompasión, y tal vez fue la tarea continuada más dura que me había planteado. Lo que agravaba cada problema era que también estaba tratando de dejar de fumar, y como corolario de abandonar la nicotina, me vi lanzado al problema del estilo mismo. En aquellos días, mi psiquis se sentía tan distinta sin cigarrillos como mi cuerpo al pasar del aire al agua. Era como si percibiera con sentidos distintos, y las reacciones claras se vieran embotadas. Escribiendo sin cigarrillos, el mundo que buscaba casi nunca llegaba, no en un tiempo rápido. En compensación, tenía garantizada una sensibilidad al ritmo de lo que escribía y eso me ayudaba a volcar mi mano en dirección de la mejor prosa. Empecé a aprender lo difícil que es pasar de la hegemonía de la palabra a la resonancia del ritmo. Esto puede ser un salto más grande que un brinco a la poesía. Así, Advertencias a mí mismo fue un libro cuya escritura me cambió la vida.


En El parque de los ciervos había estado tratando de encontrar un estilo a través de tres borradores. El primero había sido proustiano: no un Proust de primera categoría, desde luego. Proust intentado. Proust fracasado. El segundo borrador estaba ubicado en algún lugar entre la novela inglesa de costumbres y Scott Fitzgerald: no del bueno, pero en esa dirección general. Encajaba con el material esencial. Así que aprendí cómo el estilo repele literalmente ciertos tipos de experiencia y puede equivaler a una esposa dominante que siempre está dispuesta a elegirte los trajes. Si un escritor insiste en un tono específico, a pesar de todas las advertencias internas, incluso puede limitar la variedad de experiencias que entren en el libro.


Encontrar la manera propia de escribir es algo elusivo. Aunque por cierto ayuda a desarrollar un estilo único, primero tienes que aprender cómo escribir. Allá en los años cincuenta, Nelson Algren estaba dando una clase de escritura en Chicago y me invitó a asistir. Leyó un cuento de uno de los chicos. Hemingway de cuarta. Después, le dije a Nelson: "¿Por qué le prestaste tanta atención? Sólo estaba copiando a Hemingway". Y Algren, que tenía diez años más que yo y sabía mucho más, dijo: "Sabes, estos chicos están mejor si se atan a un escritor y empiezan a imitarlo, porque aprenden mucho haciéndolo. Si son buenos en algún sentido, tarde o temprano se librarán de la influencia. Pero antes tienen que atarse a alguien". Eso fue útil.


Por otro lado, lleva tanto tiempo encontrar tu propia manera de escribir. Se reduce a un conjunto de decisiones sobre qué palabra es valiosa y cuál no, en cada frase que escribes. ...se es un elemento. Otro es la coherencia general. Tienes escritores que son excepcionalmente talentosos pero siguen siendo lo que yo llamaría grandes aficionados. El ejemplo más notable sería una escritora tan dotada como Toni Morrison. Su estilo puede cambiar de un capítulo a otro: su vigor no reside en proteger el tono. Puede escribir con belleza durante páginas enteras, y después, al capítulo siguiente, se demora en un modo pedestre. Viola lo que es ella en su mejor momento, su voz distintiva, esas percepciones distintivas. [...]


El estilo es también un reflejo de la identidad. Dado un sentido firme de ti mismo, puedes escribir en una veta coherente. Pero si tu identidad cambiara, también cambiará tu presencia en tu prosa. Es innecesario decir que la enfermedad, la tragedia, la frustración enorme, la propia edad están destinadas a alterar toda noción firme de ti mismo.


Y, desde luego, el tema de uno también afectará las palabras de uno. Una voz periodística puede meterse en el funcionamiento de unas cuantas novelas de actualidad. Pero la verdad es que no quisieras ser Henry James para describir la vida de Gary Gilmore. Existe el vicio de la escritura demasiado espléndida. Para lo que Henry James quería hacer, sin embargo, su lenguaje era ideal. Reconoció antes que ningún otro que la educada vida social, a pesar de sus aspectos ridículos o afectados, también ofrece un espectro de pequeñas opciones presentes en cada momento. En la vida social, una persona a menudo elige entre tres o cuatro alternativas igualmente agradables, incluso para elegir ser un poco más cálido o un poco más frío de lo que originariamente esperaba ser hacia una persona dada. James tenía un sentido extraordinario de esa vibración imprevista dentro de lo casi totalmente esperable, y creó un mundo narrativo a partir de tal percepción, un mundo que dependía por entero de su voz única.


Es reconfortante sostener que algunos escritores importantes desarrollan un estilo a partir de evitar sus debilidades mayores. Hemingway no era capaz de escribir una oración larga, compleja, con buena arquitectura en la sintaxis. Pero convirtió esa incapacidad en su habilidad personal de escribir breves frases declarativas o largas oraciones fluidas conectadas con conjunciones. Faulkner, por el contrario, no era capaz de escribir con sencillez, pero sus oraciones demasiado opulentas, congestionadas, producían una atmósfera extraordinaria. A su vez, Henry Miller rara vez podía contar bien toda una historia. Prefería sus excursiones apartadas de la historia, y esos apartes son lo que lo hizo excepcional.


Bestsellers


Ahora que el deseo desmesurado que había en mí por las grandes ventas se ha asentado en expectativas más razonables, bien puedo ofrecer algunos pensamientos posteriores sobre el tema.


Escribir un bestseller con intención consciente de hacerlo es, después de todo, un estado mental que no deja de tener puntos de comparación con el acto de casarse por dinero sólo para descubrir que la ausencia de amor es más costosa de lo previsto. Cuando un supuesto y modesto escritor de bestsellers al fin se vuelve lo bastante profesional como para escribir un libro ganador, él o ella piensa que ha logrado una gran hazaña, al igual que un hombre desprovisto de amor (y dinero) verá un casamiento pródigo como una unión espléndida.


Lo ideal, y cuando te pones más viejo tratas de acercarte a lo ideal, es escribir sólo lo que te interesa. Puede resultar de interés a otros o no, pero si tratas de dirigirte hacia el éxito, no debieras ser un escritor serio. En cambio, harás bien en estudiar los trucos de los autores de bestsellers constantes mientras te aseguras de mantenerte apartado de cualquier cosa que esté bien escrita . Leer buenos libros puede envenenar tu satisfacción por haber conseguido un bestseller. No creo que Jackie Susann se vaya a dormir con Rainer Maria Rilke sobre la mesita de luz.


Hoy, los grandes cuadros literarios por lo común se dejan para los novelistas de bestsellers. Tendrán un elenco de cuarenta o cincuenta personajes, e historias que atraviesan de cincuenta a cien años. Incluirán varias guerras mundiales, más cambios asombrosos en las vidas de varias familias. Hacen todo eso para mantener su libro en movimiento. Lo que caracteriza por lo común a estas novelas es que nada hay en ellas con lo que no te hayas cruzado antes. La mayoría de los buenos escritores tienden en estos días a trabajar sobre panoramas más pequeños. Entonces, al menos, tienes la confianza de que lo que estás haciendo incluye alguna verdad en cuanto ficción. Eso es razonable. Al menos estás contribuyendo al conocimiento en vez de aumentar el barro de la cultura. Desde luego, eso puede hacer más difícil enfocar un tema amplio. En este momento el único gran escritor que puede manejar cuarenta o cincuenta personajes y tres o cuatro décadas es García Márquez. Cien años de soledad es una obra asombrosa. Logra hacerlo, pero cómo, no lo sé. En mi novela sobre Egipto, me llevó diez páginas pasar más allá de una curva del Nilo.


Es contraproducente pensar: voy a poner esto porque venderá ejemplares. Por lo común, eso no funciona. Hay una integridad en el bestsellerato: es el mejor libro que el autor es capaz de escribir en ese momento. ...l o ella cree en el libro. Por eso es un bestseller. Stephen King era un escritor torpe y repetitivo cuando empezó, pero los lectores de bestsellers respondieron a su sinceridad. Eso estaba presente en cada página mal escrita. La popularidad de la mala escritura es análoga al disfrute de la comida chatarra.


Debo decir que King ha mejorado en estilo desde que empezó. Es de esperarse que sus lectores también, pero eso no es tan seguro.


Una estrategia del bestseller es seguir agregando ingredientes nuevos a la historia. ¡Pero cuidado! La trama es igual que una droga. Puede estimular a un novelista hacia hordas de energía creativa, y por cierto mantendrá a un lector sobre la página, pero tarde o temprano, la trama presenta su factura, y exigencias graves caen sobre el escritor. El autor que está sobrecargado de trama a veces se ve obligado a entrar en la mente del personaje para mantener las cosas claras.


Exactamente aquí es donde todo se empantana. La confianza de un lector en lo que está leyendo se verá traicionada sutilmente o incluso dilapidada en caso de que un novelista elija entrar en la mente de un personaje pero falle en transmitir el don indispensable para que el lector pueda ahora saber más que antes sobre el personaje. Los monólogos interiores por lo común son rutina e insisten en contarnos lo que ya sabemos. Casi no existe una calidad garantizada de la mente.


Por supuesto, el daño es limitado, porque las reflexiones internas de los personajes en la mayoría de los megabestsellers son más o menos lo que uno espera. Los lectores de megabestsellers desean poder leer y leer y leer: no desean reflexionar sobre ninguna revelación realmente inesperada. La realidad puede estar allá afuera, pero ése no es el motivo por el que estamos leyendo.


La corrección o edición tiende a hacer que los bestsellers se lean como más semejantes entre sí. Por ejemplo, pocos bestsellers no sufren de una avalancha de adjetivos. Porque cuando un escritor no puede encontrar el matiz de una experiencia, por lo común la recarga de adjetivos. Eso le dice al lector qué debe pensar. Esto acompaña una tendencia en las editoriales de poner el énfasis en el entretenimiento a toda costa. Por supuesto, un cansancio penetrante podría invadirnos debido al ritmo al cual somos entretenidos.


Mi generación literaria estaba bajo el paraguas de Maxwell Perkins: cualquiera que se convirtiera en editor deseaba ser como él. Los editores jóvenes sentían fidelidad hacia sus escritores. Había casamientos espirituales, por así decirlo. Sigue siendo verdad hasta cierto punto, pero las probabilidades contra el sostenimiento de semejante lealtad ahora son mucho más altas. El mundo editorial de hoy dicta que un editor tiene que aportar libros que hagan dinero. Este casi absoluto tiene que penetrar en los intersticios del pensamiento de un editor joven. (Y en sus intestinos.) Imagino que sería difícil para la mayoría de los editores jóvenes no empezar a presionar un poquito a sus autores para que traten de ser más populares. Eso, desde luego, ejerce presión sobre el vínculo.


Justo ahora el dinero inteligente apostaría contra la novela seria. Las editoriales se están deprimiendo por el futuro de la ficción de buena calidad, y es obvio que los directores editoriales son los que más determinan ese futuro. Es probable que la supervivencia dependa de los editores jóvenes. Cuando una novela seria de un desconocido se publica en estos días, por lo común es porque algún editor joven se lo ha tomado a pecho. Por lo general, el director editorial le sigue la corriente. De hecho, ése es el costado caritativo del mundo editorial, y seguirá mientras los directores editoriales mantengan alguna fe en sus editores jóvenes, que, a su vez, logren apegarse a su coraje.


Los gerentes de librerías pueden preguntar: "¿Por qué no escribes un libro corto?" No necesitan manifestar su motivo. Los dos sabemos. Los libros cortos son libros delgados, y así ocupan menos espacio en las estanterías. Ergo, las estanterías pueden rendir más ingresos por metro. Pero ¿novelas cortas? Por desgracia, fui influido a edad temprana por Thomas Mann, quien decía que sólo lo exhaustivo es realmente interesante. Confía en Mann para hacer de uno un elitista encubierto.


[Traducción: Elvio Gandolfo]


El sitio cultural de LA NACION

Sábado 27.09.2008