Pedro Escribano.
El maestro. Oswaldo Reynoso en su casa junto
a una gigantografía que publicita su libro Los inocentes.
En octubre sí hay milagros. El escritor Oswaldo Reynoso se acercó a la casa del Cristo Morado, la iglesia de las Nazarenas, en una rápida visita por el Centro de Lima. No es que el autor de El escarabajo y el hombre esté buscando volver al redil, pues, como muchos, es consciente de que es un irreversible descarriado por las villas del Señor.
Su visita, un par de vueltas por la realidad, como diría el recordado poeta Juan Ramírez Ruiz, dio pie para conversar sobre la Lima masiva, balbuceante, que él, con prosa viva, irreverente, otrora describió en sus libros En octubre no hay milagros y Los inocentes. Como afirma, entonces no bastaba presentar los escenarios limeños (bares, cantinas, peluquerías, prostíbulos, calles modestas, parques), tampoco el físico de sus personajes, sino mostrar su lenguaje, sobre todo en su dimensión de jergas. Y eso es lo que hizo y con ello se ganó, no la gloria, pero sí un merecido lugar en la narrativa peruana.
–Describiste a la Lima de los 50 y 60, ¿esta ciudad se ha convertido en un monstruo o ya era un monstruo?
–Comenzaba a ser monstruo. Precisamente En octubre no hay milagros hay un personaje que mira desde un edificio y desde allí puede ver cómo los alrededores de la Lima antigua van llenándose de barriadas.
Su visita, un par de vueltas por la realidad, como diría el recordado poeta Juan Ramírez Ruiz, dio pie para conversar sobre la Lima masiva, balbuceante, que él, con prosa viva, irreverente, otrora describió en sus libros En octubre no hay milagros y Los inocentes. Como afirma, entonces no bastaba presentar los escenarios limeños (bares, cantinas, peluquerías, prostíbulos, calles modestas, parques), tampoco el físico de sus personajes, sino mostrar su lenguaje, sobre todo en su dimensión de jergas. Y eso es lo que hizo y con ello se ganó, no la gloria, pero sí un merecido lugar en la narrativa peruana.
–Describiste a la Lima de los 50 y 60, ¿esta ciudad se ha convertido en un monstruo o ya era un monstruo?
–Comenzaba a ser monstruo. Precisamente En octubre no hay milagros hay un personaje que mira desde un edificio y desde allí puede ver cómo los alrededores de la Lima antigua van llenándose de barriadas.
–¿Era una ciudad desconocida en muchos sentidos?
–Los migrantes de esa época, no teníamos una idea cabal de lo que era Lima, puesto que era difícil de llegar a Lima desde las provincias. No había televisión y las fotografías eran en blanco y negro y siempre se veían edificios como los ministerios. Para nosotros era una ciudad muy lejana. Sí, de tal manera que cuando un provinciano llegaba a Lima se encontraba con una ciudad que nunca había imaginado. Los provincianos se quedaban extramuros de la ciudad.
–Cada vez es más diversa.
–Hace años un joven sociólogo hizo un trabajo. A los jóvenes de diferentes distritos de Lima les dio un papel y lápiz y les pidió que hicieran un plano de Lima.
–¿Cuál fue el resultado?
–Yo leí una versión que salió en los diarios. Para uno de Huaycán, de la Carretera Central, la ciudad de Lima terminaba en la Parada. Para el de la zona Norte, la ciudad terminaba en la plaza de Armas. Y los jóvenes de los barrios aristocráticos de Lima, solamente señalaban Miraflores y la Av. Benavides. Cada quien tenía su Lima. Eso te demuestra que esta ciudad es muy fragmentada.
–¿En Los inocentes fue atrevimiento usar la jerga?
–Yo no lo hice por atrevimiento, sino lo hice por la concepción que yo tenía de la narrativa, que los personajes no solamente fueran descritos por su físico, por su ropa, sino también que el personaje se presentara frente al lector por su forma de hablar. Esa era mi intención. Pero después me di cuenta de que en la narrativa anterior cuando tenían que emplear palabras groseras ponían la inicial con puntos suspensivos. Se escribiría "eres una p...", "te vas a la misma m…". Antes el escritor era muy pudoroso.
Como siempre, junto a los alumnos en un colegio. El escritor supo capturar en sus libros no solo el espíritu, sino también el lenguaje juvenil.
–Por Los inocentes fuiste fustigado...
–Sí, recuerdo mucho que en un programa de televisión me dijeron que en mi libro yo empleaba muchas groserías, palabras ordinarias. Yo le dije que no, que yo no encontraba palabras groseras. El que me entrevistaba se molestó, cómo es posible que usted niegue una cosa tan evidente, pues allí tenía mi libro y que por respeto al público decía que no iba a leer. Yo le dije que depende de la concepción que usted tenga de lo que es una palabra grosera. Y me pidió que diga cuál era mi concepción. Le dije, mire usted, la palabra justicia en boca de un juez que no hace justicia y que recibe coimas, es grosera. La palabra Dios en boca de un sacerdote que no lleva una vida correcta, esa palabra se convierte en grosería en sus labios. La palabra patria en boca de un militar traidor, es una tremenda grosería. Pero cuando a un muchacho de cualquier barrio pobre de Lima, alguien viene y le da un golpe y este voltea y le dice "qué te pasa concha tu madre", esa palabra es buena porque le sale desde el fondo de su alma. Es una palabra sincera. Me sacaron del aire.
–¿Lima ya no es una ciudad cucufata como era antes?
–Hay una anécdota muy bonita. Me invitaron aun colegio porque los alumnos habían leído mis libros. Estaban el director, el subdirector. Los alumnos me hicieron preguntas muy interesantes. Un alumno pide la palabra y me dice, "mire, profesor, con todo respeto, en unos de sus libros hay un joven que se masturba en una plaza pública, ¿para usted la masturbación es buena o mala?" .El director lo miró con furia, la directora no sabía qué hacer. Hubo un silencio total… Entonces le dije: cuando yo tenía la edad de ustedes, decían que a quien se masturbaba le crecían vellos en las palmas de las manos. Toditos comenzaron a verse la palma de las manos… (risas), también decían que se volvían locos y también se decía que quien se masturbaba se iba al infierno… ¿ustedes creen en el infierno? Se escuchó un rotundo ¡no! Eso me lleva a la conclusión de que esta juventud ya no es cucufata. Ah, les expliqué sobre la masturbación y el director se fue. Tuve que terminar la conferencia y salí solo, con los aplausos de los alumnos.
–¿Lima ya no es inocente?
–Eso te da una idea de que Lima ha cambiado, ya no hay cucufatería. Ahora, el Señor de los Milagros es una tradición, claro, hay quienes creen, pero ya es otra forma de creencia. Es un ritual, como las fiestas patronales de los pueblos. La procesión en realidad es una feria.
–La expresión "en octubre no hay milagros" se ha convertido en una frase recurrente por su sentido irónico.
–Yo he llegado a la conclusión de que, efectivamente, por ese fenómeno, ahora sí creo que en octubre sí hay milagros (risas).
NADA CON PARTIDOS
–¿Por qué nunca militaste en un partido?
–No. Tuve contactos, asistía a alguna reunión, pero no milité. Un escritor debe tener una ideología y la libertad para escribir.
–¿El APRA se merecía esta segunda oportunidad?
–A mí nunca me ha interesado la política oficial peruana. Para mí que gobierne Fulano o Zutano es lo mismo porque no cambian los grupos de poder. Entonces yo no me dejo ilusionar por los políticos.
–Como ciudadano se supone que tienes una opinión.
–No me interesa, porque en el fondo van a ser lo mismo. Ya estoy cansado de que me engañen, por eso ya hace años tomé la determinación de no votar, porque no me gusta que cada cinco años me metan el dedo a la boca.
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"No soy eterno, ya no hay"
–¿Qué estás escribiendo ahora?
–Una novela en tres tiempos. Comienzos de la década del 60, ubicada en Huamanga. El otro momento temporal es la década del 90 y el tercer tiempo es el momento en que escribo. Esos tres tiempos se van entrecruzando, pero yo no soy un escritor de planificación de novelas sino de pulsaciones internas... Actualmente he escrito 300 páginas de esta novela que se titula provisionalmente Huamanga, Huamanga.
–¿Cuál es el argumento?
–Ahora ya me he salido de todo. Escribo fragmentos y fragmentos de no sé qué será, ya no hay novela.
–¿Has fragmentado la novela?
–No, no. Al comienzo, me impresionó la frase de André Gide en el último libro en el que dice que va a cumplir 80 años, que ya no tiene la suficiente fuerza para escribir una novela y que lo único que le queda es escribir lo que salga.
–¿Temes el agotamiento?
–No es que tema, sino simplemente ya no hay, pues. No soy eterno. Entonces me impresionaron esas frases de Gide y comencé a escribir los recuerdos de Huamanga. Pero me tranqué, no pude seguir. Y recordé a Proust. Proust dice que el tiempo todo lo destruye, el tiempo lo borra todo y lo único que hay que poner frente a esta destrucción del tiempo es el recuerdo, la memoria. En ese momento la novela toma otro giro, en estructura y en todo, tiene mucho de videoclip y de diario.
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