miércoles, 27 de agosto de 2008

Carlos Germán Belli y a Mario Vargas Llosa

La letra y la pluma

Rincón del autor. Mario Vargas Llosa estuvo el último día en la Feria del Libro y su presentación funcionó prácticamente como el acto de clausura. El auditorio estaba abigarrado

Por Abelardo Sánchez León

En la Feria del Libro tuve la suerte de escuchar a Carlos Germán Belli y a Mario Vargas Llosa. La voz del poeta, a sus 81 años, me impresionó. Leyó solamente un poema, uno solo, y su voz alta, alargada y potente se enfrentaba a un inoportuno parlante ubicado en el pasillo que no pudo, sin embargo, derrotarla. Belli sacó de sus entrañas una fuerza insólita y dejó al público emocionado con aquella estética de los abandonados a su suerte, atados a los rigores del poder, de aquellos peruanitos que pasan desapercibidos y se ven en la obligación de luchar por encontrarle un sentido a la existencia. Belli ha llevado siempre una vida subterránea. Ha sido burócrata, periodista, amanuense en el Congreso. Lo conocí en su casita de Jesús María, en la plaza donde está la iglesia San José, y las veces que lo he visto siempre se encontraba con su esposa y los dos me brindaban aquella sonrisa con la que soportan las mezquindades de la vida.

El vínculo que tiene Carlos Germán Belli con Mario Vargas Llosa reposa, más allá del afecto y el respeto mutuo, en el epígrafe que encontramos en "La ciudad y los perros": "en cada linaje/el deterioro ejerce su dominio". Pero incluso, aquella mención, la encontramos en el epílogo de la novela, después de dos contundentes citas de Sartre y Paul Nizan. La poesía de Belli, a pesar de tener un amplio reconocimiento en el ámbito internacional, hubiese resultado muy difícil de hallar en alguno de los stands de la feria. La poesía no es fácil de encontrar. Si uno desea sentir su vaho o envolverse en su tul, debe someterse al abandono generoso de los sentidos, del tiempo y el espacio, y quizá, en ese momento, podremos toparnos con su eco.

Mario Vargas Llosa estuvo el último día y su presentación funcionó prácticamente como el acto de clausura. Fue una presencia oportuna, pues reconoció el afecto que el público le tiene. Nadie duda del respeto que posee entre sus lectores, pero ahora se notaba además un ambiente generoso que es agradable reconocer en un autor que ha privilegiado el universo de la razón y las ideas. El auditorio estaba abigarrado. La cola para ingresar era inmensa. Pero yo logré escuchar en aquel silencio la voz de Carlos Germán Belli leyendo su poema y establecí el nexo entre estos dos escritores que quiero y respeto: si no hay el liquen de la poesía, incluso lo más sólido se desvanecerá en el aire. Por eso resonaron tan bien las palabras de Mario Vargas Llosa sobre la amistad, la generosidad y la desprendida comunidad de sus lectores.

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