miércoles, 27 de agosto de 2008

VARGAS LLOSA

FESTIVAL DE LIMA. 12 Encuentro latinoamericano de cine

"Quiero escapar de los esquemas"

VARGAS LLOSA CONFIESA SU TORPEZA DOMÉSTICA, RECAPITULA SUS PRINCIPIOS COMO PENSADOR, REPASA SU LUCHA CONTRA EL DOGMATISMO Y DENUNCIA LA CRISIS DEL ARTE CONTEMPORÁNEO. AMBICIOSA MUESTRA DOCUMENTAL DEDICADA EN SU HONOR SE ORGANIZA COMO PARTE DEL FESTIVAL DE LIMA.


Por Enrique Planas

DIAS DE HOMENAJE. Desde la Feria del Libro hasta el Festival de Lima, nuestro escritor cosecha diversos homenajes y muestras de cariños de sus lectores.

Hay una leyenda urbana que dice que Vargas Llosa no sabe coser un botón o cambiar un foco. ¿Es verdad? Eso es verdad.
Soy bastante inútil en lo práctico. Es una realidad. Y no porque desdeñe esas tareas. Soy muy torpe para esos trabajos materiales. Y eso ha sido una complicación en mi vida, sobre todo en la era del Internet y de las nuevas tecnologías. No las rechazo, en absoluto, pero me cuesta mucho adaptarme a ellas por mi torpeza física.

A propósito de sus ensayos sobre Palestina o la reivindicación del derecho al aborto, me pregunto cuántos amigos ha perdido a causa de esos textos...
En algunos casos sí, o enfriamientos de las relaciones. Me ha ocurrido con Israel, país al que le tengo mucho cariño y al que le estoy agradecido por muchas razones. Hay amigos israelíes que han dejado de serlo por las críticas que hice por la situación de los palestinos en Israel. Pero hay unos principios que es muy importante mantener. Perder amigos es algo muy triste, porque ellos enriquecen enormemente la vida. A lo largo de mi vida he perdido muchos por las cosas que he defendido o criticado.

Mucha gente de izquierda se quedó sin argumentos al considerarlo un intelectual alineado supuestamente con Estados Unidos e Israel...
Esa es la actitud dogmática, pues. Y contra eso me rebelé hace muchos años. Creo que es muy importante no juzgar de antemano las cosas sin verlas de cerca y cotejarlas. Por lo general, la realidad viva, humana, nunca se puede expresar cabalmente en base a dogmas ideológicos. Siempre hay matices y variantes. Esa es una de las razones por las que escribo artículos: busco explicar mi posición, irla definiendo en función de hechos concretos. Eso hace que, a veces, escape a los esquemas prefabricados que existen sobre mí. Hay muchas cosas que admiro de Estados Unidos, es un país que nunca ha tenido un dictador, por ejemplo y, al mismo tiempo, muchas cosas que criticar, como la existencia de la pena de muerte en tantos estados, una aberración monstruosa y una gran contradicción con una sociedad tan democrática. Yo quiero escapar de los esquemas porque sé que no expresan la verdad. Expresan generalidades donde la verdad se pierde.

¿Nunca le ha tentado la tan humana autocensura? ¿Temer quedar mal con alguien por defender algún principio?Si actúas así, eres básicamente un oportunista. Si tú crees en las ideas, si tú crees que un intelectual debe opinar y participar en el debate cívico porque tiene un público que puede escucharlo, tienes que tratar de ser honesto y no actuar en función de tus conveniencias. Es justo pensar en ellas, pero no sacrificando cosas en las que crees. A mí siempre me ha parecido eso repugnante. Para eso, mejor no opinar.

Hablando de repugnancias, en el libro homenaje "Las guerras de este mundo", Antonio Tabucchi recuerda cómo su ensayo titulado "Caca de elefante" (Sobre la bienal de Arte de Venecia) le trajo muchos problemas con la comunidad artística. ¿Para usted el arte es un pretexto para hablar de política?
Creo que el arte, la literatura, todas las creaciones humanas, son válidas cuando enriquecen tu vida. Cuando, gracias a ellas, te vuelves más sensible, vives más intensamente, desarrollas la imaginación y una actitud crítica frente al mundo. Pero no creo que el arte pueda ser mero entretenimiento pasajero. El juego es algo legítimo, pero el arte es algo más permanente y profundo. Y probablemente sea en el campo del arte donde la frivolidad ha hecho más estragos.

¿Podría ubicar el momento en que se jodió el arte?
Es difícil de definir, pero ocurre en el siglo XX, un momento en que el arte empieza a valer no por sí mismo sino por las interpretaciones a que da lugar. Cuando eso ocurre, empieza a reinar la confusión.

¿Una obra como la de Marcel Duchamp podría ser ese punto?
Duchamp era un genio frívolo, tenía unas ideas en las que, aunque el producto fuera banal e inservible, la idea que estaba detrás de él tenía una fuerza y una originalidad revulsivas. Pero a partir de Duchamp empiezan a salir los 'pequeños Duchamp', que son como los 'borgesitos' en la literatura. Borges era un genio extraordinario, pero sus imitadores son ilegibles. En el momento en que por puro movimiento de la inteligencia, Duchamp convierte un urinario en una obra de arte, abre las puertas para que tanto los genios como los pícaros y los tramposos encuentren un campo de acción extraordinario. Ni los mejores críticos han podido disipar esa confusión. Es muy difícil discernir hoy lo que es el talento de la pura farsa. Eso es algo que tiene un precio: cuando el producto artístico llega a esos extremos de frivolidad, el arte se aparta totalmente de su público natural y queda convertido en patrimonio de unas pequeñas minorías, o de unos intereses comerciales que mantienen artificialmente un producto artístico por razones especulativas. Eso es una tragedia.

En el mismo libro-homenaje, el mexicano Enrique Krause recordaba un momento en su campaña política cuando, en el valle del Chira, le cortó el paso una horda armada de palos y piedras. ..
Lo del Chira lo recuerdo siempre. Yo quiero mucho Piura, el departamento que más recorrí, junto con Arequipa, en la campaña. Pero recuerdo que en Sullana, adentro, llegamos a un pueblecito muy pobre en medio del desierto, y nos recibió todo el pueblo armado, una humanidad miserable, semidesnuda, recibiéndonos en un estado de beligerancia, con odio. Me quedé impresionado. Parecía que si yo ganaba las elecciones, ellos iban a ser despojados. Yo quería hablarles, preguntarles de qué los iba a despojar si no tenían nada. Eran los peruanos que viven peor, que no tienen trabajo, tierra, esperanza ni oportunidades. ¡Qué les iba a quitar yo! Pero fue absolutamente imposible, era gente convencida por la propaganda.

Uno puede pensar que ese choque obedece a los problemas atávicos del país, pero lo mismo le sucedió en Argentina hace poco tiempo...
¡Esos no eran pobres! (ríe). ¡Eran unos fanáticos bastante bien vestidos! Es interesante: se supone que hay en América Latina consensos sobre defender la democracia, las elecciones y condenar a las dictaduras y, sin embargo, hay unos bolsones que buscan regresar a las torturas, los horrores, las iniquidades de la dictadura. Son jóvenes idealistas, armados de garrotes. Es fantástica la perversión intelectual a la que puede llevar el dogmatismo.

Hace unos días el escritor chileno Jorge Edwards escribía entusiasmado sobre su visita a la Feria del Libro de Lima. Sorprendía su entusiasmo y optimismo...
Yo creo que es algo bastante justificado. Estuve ayer (el domingo) en la Feria del Libro. Me conmovió muchísimo. ¡Hubo casi 250 mil personas este año! Tanto los de Alfaguara como los de Planeta me dijeron que habían vendido un 50% más de libros que el año pasado. Fíjate que yo firmé libros una hora, a unas 200 personas, casi todos jóvenes humildes. No había un chico miraflorino. Eran chicos de clase media modesta, con un entusiasmo por los libros que me alentó. Qué bueno que los jóvenes peruanos, incluso los que no tienen una vida muy cómoda, vean en los libros un instrumento de progreso, de realización personal. Hoy el Perú está mejor, hay más dinero y más trabajo. Eso no debe ahorrarnos espíritu crítico, por supuesto, pero hay que reconocer que el país está progresando.
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