Miguel Ildefonso, poeta y narrador de la generación del noventa, acaba de publicar dos poemarios escritos durante la década pasada: Los desmoronamientos sinfónicos (Hipocampo Editores) e Himnos (edición de autor). Conversamos con Ildefonso sobre los matices underground, artísticos e ideológicos de su literatura que, como él mismo afirma, forma una sola obra en donde su tarea es escribir.
La imagen del artista underground sin dinero y con tendencia a la depresión y al alcohol siempre está presente en tu obra. ¿No crees que esa imagen ya está agotada dentro la literatura?
No creo que deba haber una sola imagen o un modo único de ser artista. Entre otras cosas, lo que me gustó al principio de la palabra arte, es que es sinónimo de libertad plena. Además, una performance underground es una forma de hacer política, y eso requiere de un contexto preciso para desarrollarla eficazmente. En cuanto a si está agotado en la literatura, no puedo ser tan categórico. Muchas veces los tópicos o estereotipos vuelven. En el 90 volvió el modo beatnik de ser narrador. Contraeltráfico de mi antiguo compañero de aulas Manuel Rilo, por ejemplo. Y en poesía, hasta mediados del noventa también pervivió esta postura que entonces tenía Montserrat Álvarez, el grupo Neón, poetas noventeros de Trujillo como David Novoa, Stanley Vega de Chiclayo, Luis Pacho de Puno, Juan Mescco de Cusco, etc. El poeta Carlos Oliva, por nombrar a uno, la llevó hasta las últimas consecuencias.
Leí en una entrevista que esos años fueron para ti una “fiesta rimbaudeana”. En cuanto a lo literario, ¿qué importancia tenía esa fiesta?
Sobre todo la primera mitad de los noventa, vivíamos la reciente caída del muro de Berlín, el autogolpe de Fujimori, Tarata, la muerte de Kurt Cobain, The Doors y Asesinos por Naturaleza de Oliver Stone, la vuelta de las bandas en la movida alternativa como Leusemia ahora sinfónico, los Lunes del Sapo y el Condor Rock que organizaba Piero Bustos. Y los grupos poéticos Neón, Noble Katerva, Estación 32, Vanaguardia, Cultivo. En lo literario está lo de la JUM, como dice Marcel Velásquez, o sea, la novela Joven Urbano Marginal, Al final de la calle de Malca o Nocturno de ron y gatos de Arévalo. En poesía, Lima o el largo camino de la desesperación de Carlos Oliva o Sinfonía del caos de Rodolfo Ybarra. Muchos compañeros de ruta se fueron del país y otros dejaron la literatura, y otros el mundo como Josemari Recalde o como hace poco mi amigo Rudy Pacheco del grupo Cultivo. Fueron quizás los últimos destellos del mito de ser “el poeta”, esa imagen romántica y trasgresora al estilo Rimbaud, y que también fue el caso de Luis Hernández, Juan Ojeda o Juan Ramírez Ruiz. Ahora veo otra sensibilidad.
Eres narrador y poeta. Usualmente al autor que incursiona en ambos géneros se le reconoce solamente en una de estas categorías. ¿Pasa eso contigo? ¿Cómo te gustaría ser reconocido?
Obviamente son distintos tratamientos del lenguaje, formas distintas de abordar la realidad y aquello que llamamos alma. En mi caso, los referentes son los mismos en poesía y en narrativa. El Paso es casi todo un homenaje a Bukowski y a los Beatnik, a la narrativa urbana peruana como la de Julio Ramón Ribeyro u Oswaldo Reynoso, aunque también mucho de Arguedas y Rulfo. Y en esa perspectiva va la poesía, con la intertextualidad, digamos, con Baudelaire, Dante o Vallejo, nada menos. No me afecta escribir o loquearme en ambos géneros. Por otra parte, ya no me siento tanto en la figura de poeta o de narrador. Sólo son imágenes externas, que a veces uno tiene que usar, en recitales o encuentros. Cada vez soy más insular y cada vez me siento solo como alguien que gusta leer mucho y tiene a su vez una relación íntima y creativa con el lenguaje. Otro es el asunto de ser reconocido, pero eso no me compete a mí, sino a mis libros.
En tu poemario Himnos, hay un verso que dice: “La palabra no es exacta por eso hay guerras”. ¿Las palabras son más exactas en tu poesía o en tu narrativa? ¿Se desata una guerra entre estos dos géneros cuando escribes?Qué bueno que repararas en ese verso. Hay versos claves en este libro, como los que tratan de la inefabilidad de las cosas o la ambigüedad del lenguaje, entre ellas “dios”. Para resumir la respuesta, ese verso se puede explicar con otros versos del libro que critican aquello de que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Pienso que el hombre no debe aspirar solo a encontrar la semejanza en el otro para reconocerse o reconocer al otro como a su igual. Creo en la diferencia. Yo no solo podría amar lo que veo de mí en el otro. Somos diferentes a cualquier dios. Y los que creen que dios es su dios son los que hacen la guerra. Hablo del dios de Bush o del dios de Bin Laden. La poesía y lo que hago en narrativa, van juntos en ese camino de hallar la unidad en la diferencia.
Dices que a lo largo de veinte años has escrito una sola obra. ¿Esto quiere decir que tu narrativa y poesía cumplen una misma función, que sería lograr una obra integral en la que no sea relevante el género que abordas?
Así es. Lo que he escrito es una onda noventera que inicié a fines de los 80. No importa el tiempo ni las décadas. Suena contradictorio, pero así es la realidad, inasible, movible, que se escapa, y el escritor o el crítico solo pretende asirla. Quedan dos inéditos, Travesías y El viaje de Camilo. Es un ciclo con esa onda rimbaudeana, por decirlo de algún modo, pero también hay otros aspectos como la cuestión cultural de lo híbrido en el Perú, conocido como lo chicha, o lo metapoético, rasgo último que no escapa a casi ningún poeta de estas últimas décadas, pienso, debido a cierta crisis con el lenguaje, no solamente del que atañe a la poesía. Me sentí con la necesidad de publicar estos libros, Desmoronamientos e Himnos, pues es como el pintor que quiere ver su trabajo en conjunto exponiéndose en una galería. Surgen esas ganas de comunicar, de mostrar una obra algo amplia concluida.
Hubo un momento en que te alejaste de la poesía porque querías dejar de ser Miguel Ildefonso dentro de tu obra. ¿Crees que escribir sobre uno mismo termina por destruir a un escritor o a su obra?
No dejé la poesía, como tampoco es fácil dejar de ser uno mismo en todo lo que uno escribe. Un escritor mientras escribe no puede escapar a la condena de existir. Hace unos años que escribo poco, lo que hago es corregir bastante y publicar. En cuanto a lo de agotarse uno con uno mismo, sí es cierto. Recuerdo cuando leía disciplinadamente los libros de Henry Miller, si no hubiera tenido esa disciplina quizás no hubiera terminado de leer toda su obra. Pero aun sigo vivo, y con nuevos proyectos ya no “noventeros”. Es cierto además que el desgarramiento es más fuerte en la poesía que en la narrativa que suele ser hasta divertido. Pero aquel “uno mismo” es solo uno de los elementos con que uno escribe. Uno en el texto es solo una construcción verbal, un componente más de su propia estética. Llámese Henry Chinaski como en Bukowski, que como poeta es bueno también, o Sal Paradise en Kerouac, quien no me gusta como poeta. Y es lo mismo en casos en donde el autor está invisible, como Borges, que como poeta también me gusta.
Ya que mencionas a Bukowski, has dicho que artistas como él o como Bob Dylan te han ayudado a enfrentar la soledad y el desamor. ¿Es ésa tu búsqueda principal en una obra de arte?
Ante todo, busco la belleza. Así como hay en las obras de Humareda, Moro, Vallejo, Adán, Arguedas, por citar a algunos peruanos, hay más, por supuesto, Eielson, en fin, quienes además de tener una obra de arte profunda y elevada, enseñan al espíritu y a la vida, dejaron no solo palabras o colores. No me he cansado de mencionarlos en mis textos, porque les estoy muy agradecido.
Y como creador, ¿te interesa ayudar a los lectores a enfrentase con estos sentimientos? ¿Qué sensación crees que deja tu obra en los lectores?
Yo aspiro a seguir aprendiendo el oficio y también, por ejemplo, lo de Luis Hernández, que es evitar el dolor, etc. Sé de los principios que me guían y por eso pretendo, quizás ingenuamente, llegar a lo más profundo y eso, por mi experiencia con las lecturas, es inefable, es muy íntimo, purificador, transformador. Me emociona y conmueve cuando alguien, que no conozco sobre todo, me habla de mis textos con mucho conocimiento y empatía. No sé qué decirle en esos momentos. Mi tarea solo es escribir.
Finalmente,
¿qué libros que has leído últimamente te han gustado?Uno de los últimos libros que me ha cautivado es La carretera de Cormac McCarthy, a quien, estando en El Paso, traté de hallarlo. También Algo que nunca serás de Guillermo Niño de Guzmán, Polisexual de Giancarlo Huapaya y Queridolucía de Rafael García Godos.
Tomado de: porta 9
No hay comentarios:
Publicar un comentario