Anticipo de las obras de Wáshington Delgado
El corazón es fuego.
MAESTRO DE VARIAS GENERACIONES DE ESCRITORES, CRÍTICO CERTERO Y ERUDITO, Y SOBRE TODO POETA, WÁSHINGTON DELGADO (CUSCO, 1927-LIMA, 2003) ES UNA DE LAS VOCES FUNDAMENTALES DE LA GENERACIÓN DEL CINCUENTA. SU OBRA, QUE ES SUMAMENTE VASTA Y VARIADA -VA DEL ENSAYO A LA POESÍA, Y DE AHÍ A LA NARRATIVA BREVE O AL APUNTE PERIODÍSTICO-, SERÁ PUBLICADA DE MANERA CONJUNTA, POR PRIMERA VEZ, GRACIAS AL DEDICADO TRABAJO DE JORGE ESLAVA Y EL FONDO EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD DE LIMA."
Por Diego Otero
Dicen los que lo conocieron que su conversación era tan transparente y lúcida como su poesía. Que podía citar de memoria unos versos de Rubén Darío y examinarlos con humor y profundidad, en apenas unos minutos. O que podía hablar elocuentemente, con gracia y sencillez, de un tema complejo: el teatro del Siglo de Oro. O detenerse con perspicacia en alguna de las anécdotas que fueron la insospechada génesis de las novelas rusas que tanto amó. Wáshington Delgado era, pues, un maestro dentro y fuera del aula. Pero un maestro como el maestro modélico que reclamaba Claudio Magris: que dialoga con horizontalidad, que está ahí tanto para enseñar como para aprender, que disfruta de su vocación.
En Wáshington Delgado no había ni soberbia ni voluntad de oscuridad, tampoco pedantería. Del mismo modo en que no hay trazas de eso en su poesía, que es siempre austera y encendida: "Porque la libertad es un fuego / que pule, afina, organiza / y destruye la vida. /Porque a un lado está el bien / y al otro el mal y yo no sé / cuál es la conducta razonable. / Porque después de todo, nada / importa sino es el amor, / sino es el odio. / Yo estoy aquí para vivir o para morir, / para cantar o para morir, / para respirar, comer y amar. / O para morir". La poesía de Delgado es esencial y vivaz a pesar del tenaz pesimismo que la impregna y conduce. Y es que ese pesimismo era un método crítico, una forma de lucidez, una apuesta, finalmente, afirmativa.
"Creo que ser pesimista por puro reflejo de la realidad es algo tremendamente negativo, pero serlo conscientemente, lúcidamente, construir el pesimismo sobre la base de observaciones objetivas de la realidad, que sirvan para esclarecer el mundo, puede ser positivo", dijo alguna vez. Atento lector de Bertolt Brecht y de Pedro Salinas, Delgado hizo de su poesía un territorio en el que tenían cabida la meditación y la sensorialidad, la preocupación social y la perspectiva filosófica. Como pocos poetas peruanos, además, creó un corpus lírico orgánico, en el que cada volumen es una unidad estilística y temática. No solo eso: cada volumen es un intentó de quebrar su estrategia discursiva previa, de no repetirse, de ser fiel a las transformaciones de su ánimo, sus ideas y su experiencia.
A fines de los sesenta, con un puñado de breves -algunos excelentes- libros publicados (Formas de la ausencia, Para vivir mañana, Destierro por vida), Delgado dijo públicamente que no volvería a la poesía. Cumplió su promesa, parcialmente. Luego de un silencio de más de veinte años -ese silencio que es prueba de auténtico respeto por la vocación, como el silencio ejemplar de Emilio Westphalen-, dio a la imprenta Historia de Artidoro, uno de sus mejores trabajos: un libro a la vez experimental y emocionalmente intenso, y en el que el aliento narrativo desencadena toda una nueva serie de posibilidades poéticas. Artidoro es un hombre que se está convirtiendo en fantasma, y que se enfrenta con coraje a la miseria de la ciudad a pesar de constatar a cada instante su destino; a pesar de que sus manos a veces atraviesan los objetos que intentan sostener.
Las Obras completas de Wáshington Delgado se publicarán en cuatro tomos. El primero se titula El corazón es fuego, y reúne toda su poesía, incluyendo algunos poemas inéditos; el segundo, Monólogo del habitante, recoge sus cuentos y artículos periodísticos; el tercero, Oficio y conducta, sus tesis sobre literatura española; y el cuarto, Para vivir mañana, sus ensayos. Los cuatro volúmenes serán presentados el 28 de octubre, dos días después del cumpleaños del poeta, en la Universidad de Lima.
*OPINIONES DE UN DESARRAIGADO*
Fragmento de una entrevista inédita realizada por Jorge Eslava en el año 1994. La totalidad de esta entrevista formará parte de las Obras Completas de Wáshington Delgado.
Tu persistencia por la soledad y el desarraigo, ahora a los 65 años de edad, ¿crees que se debe a tu condición de poeta?
Tal vez. la poesía tiende un poco a aislar. El dedicarse a la poesía, por lo menos implica una cosa: no dedicarse a otras cosas.
Aunque en los últimos veinte años tú has adquirido un reconocimiento mayor, consagratorio incluso, que podría haberte reconciliado con el medio.
Sí, pero a medida que pasa el tiempo -esto es verdad, yo siempre conservo memorias-, uno se va volviendo más solitario. Pienso que uno empieza a distanciarse cada vez más de lo nuevo. Hay cierta incapacidad para recoger lo nuevo. Es un problema que se va a presentar inevitablemente y uno se encuentra separado.
¿Es un problema de voluntad?
Yo creo que es un problema vital.
Aunque tú eres bastante receptivo con los jóvenes.
Claro, en gran medida porque yo sigo siendo profesor y tengo vinculación con ellos, pero hay muchos poetas que de repente se quedan aislados. De hecho todo el mundo, porque empiezan a surgir formas nuevas. Mira, yo no soy un gran ajedrecista pero me gusta jugar ajedrez. Y este deporte tiene edades límite. Llega un momento que el gran ajedrecista, después de los 50 años, sigue siendo muy bueno, haciendo jugadas geniales. Sin embargo ya no puede vencer a un joven. Como ocurrió en el match entre Spassky y Bobby Fisher. Eso pasa en todo. En Francia hay un grupo matemático que creo que sigue funcionando, que viene de un viejo chiste estudiantil que se llama Burbaqui. Se dedicó a, digamos, reconstruir la matemática partiendo de los postulados fundamentales y aplicando las leyes lógicas. Desde la aritmética hasta llegar a los últimos problemas de la estadística o de la macromatemática. Se hicieron por lo menos dos o tres volúmenes, supongo que ya habrán completado. Este grupo estaba formado por matemáticos jóvenes y una de las condiciones del grupo era salir a los 40 años. Porque se considera que a esa edad ya no se tiene capacidad de aprender lo nuevo. Siempre pasa eso: el intelectual envejece y se encuentra un tanto separado del mundo.
En cada uno de tus libros hay un individuo así: mirando el entorno desde el centro, pero desde un centro sin órbita, como extrañado del mundo. ¿Eso ha sido conciente?
Creo que no. Tal vez viene de mis primeras experiencias.
Es un mundo poblado de cosas sombrías. Fíjate que buscas además una austeridad poética, un franciscanismo...
Yo no lo había percibido, pero efectivamente creo que es así. Ese ha sido mi mundo cotidiano, yo nunca he vivido en un gran mundo, ni en un mundo de objetos preciosos. Siempre tuve preferencias no por el mundo exterior, sino por la vida interior. En la poesía lo que me gustaba era su sustancia, lo que tenía de más hondo, de más íntimo; no tanto el lujo verbal, aunque admiro a los poetas de suntuosidad verbal como Rubén Darío. Pero yo buscaba una cosa más interior. De ahí mi preferencia inicial por Pedro Salinas, que es una poesía de interioridad.
Pero en tu poesía buscas además empobrecer el exterior, rebajar el tono.
Sí, por eso considero que mi poesía es un poco gris.
¿Te consideras un poeta bien leído, bien entendido?
Lo que he tratado es que mi poesía sea muy simple y directa, busco cada vez más la sencillez. He buscado más lo conceptuad que el brillo de la palabra. Ahora no sé si eso hará que mi poesía sea leída y entendida.
¿Eres un poeta de agua, de fuego o de aire?
De ciudad.
¿De ciudad más bien pobretona, de medio pelo? Así es. una ciudad no de barrio marginal pero tampoco de barrio rico, que es en los barrios donde he vivido. Siempre en barrios medianos -La Victoria, Lince, Santa Beatriz-, aunque siempre un poquito para abajo.
Permíteme una pregunta íntima: ¿sufres al escribir?
En algunos libros, sí.
La creación de tus poetas imaginarios, ¿es tal vez un ejercicio terapéutico?
Con eso me divierto porque son diversos tipos de poema: unos en verso libre, otros en verso medido, otros en verso rimado. No solo medidos, sino rimados. Otros son en prosa. Cada poeta tiene un estilo, una temática diferente y una situación particular.
UN CABALLO EN CASA
Guardo un caballo en mi casa.
De día patea el suelo
junto a la cocina.
De noche duerme al pie de mi cama.
Con su boñiga y sus relinchos
hace incomoda la vida
en una casa pequeña.
¿Pero qué otra cosa puedo hacer
mientras camino hacia la muerte
en un mundo al borde del abismo?
¿Qué otra cosa sino guardar este caballo
como pálida sombra de los prados abiertos
bajo el aire libre?
En la ciudad muerta y anónima,
entre los muertos sin nombre, yo camino
como un muerto más.
Las gentes me miran
o no me miran, tropiezan conmigo y se disculpan
o me maldicen y no saben
que guardo un caballo en mi casa.
En la noche, acaricio sus crines
y le doy un trozo de azúcar,
como en las películas.
El me mira blandamente, unas lágrimas
parecen a punto de caer de sus ojos redondos.
Es el humo de la cocina o tal vez
le desespera vivir en un patio
de veinte metro cuadrado
so dormir en una alcoba
con piso de madera.
A veces pienso
que debería dejarlo irse libremente
en busca de su propia muerte.
¿Y los prados lejanos
sin los cuales yo no podría vivir?
Guardo un caballo en mi casa
desesperadamente encadenado
a mi sueño de libertad.
De: Historia de Artidoro (1994)
UN POEMA INÉDITO
La historia en pocas palabras Las palabras, secas, polvorientas, retorcidas ramas de un árbol quemado por infinitas brisas estivales o por un rayo invernal. Viejas palabras usadas, maltrechas, enredadas en rotas dentaduras, en marchitas ideas, en el desesperado te amo, te amo de la noche primaveral, prontamente abolido por el designio de atroz naturaleza. Madre tierra americana, viuda abandonada por un viejo marinero, te amo. No es verdad, no te amo. Aunque tal vez te amé: qué puedo decir en este océano de palabras que crecen, como pirámides de cien enloquecidas dinastías, sobre el desierto por donde corren a la muerte todos los que han hablado, pensado o escrito a favor de los dioses, en contra de los dioses o sin mencionar a los dioses. Humanidad doliente: sólo dejas el rastro de unas palabras sobre otras palabras, en un río infinito de palabras y algunas más.
El Comercio-24 dre agosto de 2008
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